Centauro del siglo XXI

Acero, resina de poliéster, pintura y barniz industriales. Octubre-2000
Medidas 150 x 90 x 175 cms.

 

Un centauro es en realidad una metáfora física, muy real, muy materializada, poco espiritual, nada imaginable porque es muy visual. Se junta en una sola imagen dos imágenes diferentes con algo que las relaciona entre sí, que hace de puente para conectarlas y se consigue una tercera imagen que las contiene. En este caso el elemento de encadenamiento de estas imágenes disímiles es el grosor del cuello del caballo y el del torso de un hombre. Pero lo acertado de la combinación de las imágenes es que no pierden, al unirlas, la esencia de las dos imágenes anteriores: la forma de "h" invertida que dibuja la estructura del caballo y la verticalidad del hombre, porque las patas delanteras del caballo están en el preciso lugar en el que el hombre tiene sus piernas, mientras que el torso del hombre sigue la verticalidad del cuello del caballo..
El centauro del siglo XXI no es el hombre-caballo sino que es el hombre-máquina. Es un lenguaje simbólico para proclamar de forma visual que el hombre del siglo XXI individualmente se ha convertido en la prolongación de la máquina y colectivamente es el hombre el que está en función de la producción cuando lo lógico, lo humano, lo saludable y deseable sería que la producción estuviese en función de las necesidades del hombre.
Es más verosímil creer que es el capital mundial, capital que se revaloriza, que crece y autoengorda mediante el plusvalor (la inflación es su efecto más elocuente), el que

necesita crear artificialmente una demanda, ya sea por especulación o por sugestión publicitaria. El hecho es que ese crecimiento compulsivo, que no puede dejar de darse por la naturaleza del capital y su revalorización, se manifiesta en consumo compulsivo, deterioro ecológico, deterioro en las relaciones laborales y sociales, incluso en guerras de diseño por el efecto de cuello de botella económico. Hay quien confunde el crecimiento con prosperidad, y en muchos casos es así; pero cuando el crecimiento es desigual, es desequilibrado, es interesado, sobre todo para una parte privilegiada de la población, se convierte en una enfermedad, en una monstruosidad. ¿Puede alguien desear a título individual que le crezca inconmensurablemente la cabeza mientras su cuerpo se queda raquítico porque todo el alimento se desvía hacia el cerebro? Un crecimiento desequilibrado y arbitrario es un cáncer. La Tierra tiene cáncer y la metástasis se extiende a todos los ámbitos de la Humanidad. No sólo crece la riqueza desproporcionadamente entre países ricos y países pobres, sino también entre clases ricas y clases pobres, mucho más ricas y mucho más pobres cada día, llenando el abismo que las separa mediante subclases, cada vez más subclases, a medida que se agranda ese abismo. El mundo sonríe con sonrisa de anuncio de dentífrico, pero por dentro nos duelen las tripas.
y
Cuando escribí esto, el texto se ajustaba al contexto social que se dio en esos años que inspiraron la obra. Hoy lo he vuelto a leer y me parece coherente con aquel tiempo y con el de ahora.