El Botellón

Puede que esta obra le parezca al espectador una manera publicitaria aconsejada para las hipertiendas y no considere que puede estar en el grupo de obras de arte. En arte sucede como en el Derecho, en donde una sentencia sirve de precedente para las venideras.
Por la misma razón podemos considerar que este conjunto de botellas es arte porque se justifica en logros artísticos anteriores. Tiene la repetición, el gusto por el objeto cotidiano y el espíritu comercial del Pop-art; tiene la visualización, aunque más pobre, del arte óptico porque en ambos casos son unidades seriadas de repetición. Postula lo individual en lo universal y lo universal en lo individual. Menciona, por último, el emergente y novedoso fenómeno social que se da en la juventud actual.
Un análisis más profundo nos indica ciertas semejanza con el ready-made o, lo que es lo mismo, con la descontextualización, que se produce por formar parte de una serie de repetición. Hay algo en esta obra que recuerda los castillos humanos que acostumbran hacer en la zona del mediterráneo. Son personas ensambladas, pero también es una torre humana. Como en el juego metafórico, esencia indispensable del ready-made, en los Castillos humanos aparecen dos imágenes: la persona individual y seriada y la torre que forman.
En la serie de repetición el objeto pierde su individualidad para formar parte de algo colectivo que lo envuelve y sobrepasa. Queda la imagen del objeto latente, pero con menos fuerza que la nueva imagen total.
Aquí la imagen individual se apaga todavía más porque la general precisamente calca la individual. No es lo mismo haber hecho una botella de botellas que un cilindro de botellas, por ejemplo. Carl Andre compone en el suelo un cuadrado regular con cuadrados regulares de cobre. Podría haber hecho un círculo con cuadrados o un triángulo; el resultado es parecido pero no igual. Podría haber formado con los cuadrados letras componiendo una palabra; en ese caso el cuadrado habría perdido todavía más su individualidad porque la palabra formada tendría tanta fuerza que ahogaría la parte formal de su composición. No es casualidad que suceda lo mismo en el conceptualismo.

El objeto en una serie de repetición se desintegra, pierde su capacidad narrativa individual, su individualidad, para que asome la forma, sólo la forma. Las series de repetición espaciales ya he dicho en escritos anteriores que son obras que solidifican el movimiento, que son obras que se pueden superponer o calcar a otras series similares de repetición de naturaleza temporal. Sucede que el objeto, una vez perdida su narrativa individual mediante la repetición, se justifica en la narrativa colectiva, narrativa que es expresar movimiento solidificado, única narrativa de las series de repetición.
Habrán intuido que hay una similitud entre el objeto repetido y el ready-made y entre el conceptualismo y las series de repetición.
El arte es unilateral, entendiendo por unilateralidad que empieza en una esquina y termina en la otra. Por ejemplo, tiende a la pérdida gradual de narrativa, a la pérdida gradual de materialidad o a la ganancia efectiva de movimiento. En ese sentido es unilateral. Pero también es multilateral por la paradójica afinidad que ofrecen movimientos que se oponen. La música es forma, sólo forma, y es abstracta, como sucede en la pintura abstracta. Sin embargo se oponen pintura abstracta y música porque una tiene naturaleza temporal y la otra espacial. Las series de repetición se oponen al conceptualismo porque una se genera desde la esencia minimalista y se refuerza en la forma y no en los contenidos, pero en ambos casos su estructura se origina de manera similar, desde objetos descontextualizados. El arte óptico es espacial pero almacena movimiento; la música, que es movimiento, propende a solidificarlo, no sólo en la fijación de la memoria, sino en la esencia de la estructura de la música. La música es una adición de unidades seriadas de repetición. El "re" es una altura más que el "do", el "mi" es dos alturas más que el "do" y así sucesivamente. Una redonda es el doble de una blanca que a la vez es el doble de una negra, que a su vez es el doble..... Se ve que por lo largo y por lo alto (que son conceptos espaciales) la música propende hacia lo espacial, porque es la única manera que el ser humano tiene para reconocer el tiempo, para intuirlo. Si el conceptualismo y el arte abstracto se oponen porque a uno le importa el contenido y al otro la forma, se parecen porque ambos hablan de sí mismos. El arte abstracto sólo es forma, no tiene contenido. El arte conceptual es sólo contenido y la forma es relegada a su mínima expresión, desheredada de la belleza estética. Sin embargo este contenido es solo en base a la forma. En fin, hay muchísimas multilateralidades. El pop- art y el minimalismo, movimientos que se oponen, comparten cosas en común; El cubismo y el surrealismo, movimientos totalmente opuestos en función de la forma y del contenido, les une por un lado el absurdo de los "alogismos" que practicó Malevich en su pintura cubista, y por el otro la irracionalidad del surrealismo, heredada del movimiento Dadaísta. La serie de multilateralidades no termina.
Es posible que el arte sea como la esfera de Pascal, como la propia naturaleza, que es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna. Cuentan que las tachaduras del escrito confirman que Pascal comenzó a escribir: "Una esfera espantosa, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna". Sabemos que el arte es bello, terriblemente bello; no podemos saber si también es espantoso porque no podemos intuir los infinitos suficientes que buscaba Juan Ramón Jiménez en el fulgurador ocaso grana.