El hombre invisible

Varilla de acero, pintura y barniz industrial. Febrero, 2001
Medidas: 150 x 70 x 190 cms.

 

Esta obra tiene un lado de crítica social y otro de investigación de arte, por su desmaterialización y el efecto bidimensional de su tridimensionalidad. Aquí trataré su temática social.
En lo social se refiere otra vez a la cosificación, a la deshumanización del ser humano. Si en la obra El Minotauro he señalado la cosificación, el hombre hecho cosa mediante la compra-venta de su fuerza de trabajo como un elemento más del mercado, aquí contemplo la cosificación del ser humano en su otro enfrentamiento con el objeto, en el consumo compulsivo, voraz y subliminal que se da en este estilo de sociedad consumista. Hay una frase de Herbert Marcuse que lo explica con claridad en su libro El hombre unidimensional: "La gente se reconoce en sus mercancías, encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une al individuo con su sociedad ha cambiado y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido".
En esta escultura el hombre está hecho del mismo material que el carro, con varilla de acero, para simbolizar que el ser humano actual se reconoce en lo que tiene, es lo que tiene y lo que presume tener. Además, como la manera de valorar de esta sociedad consumista es mediante la referencia al dinero o a la de los bienes que se
poseen, siempre traducibles a dinero, el hombre se afana en poseer para estar bien valorado y para tener autoestima. En este caso el hombre aparece desmaterializado, sin nada, como la referencia de Marcuse a la obra Peter Grim de Ibsen, en la que el protagonista quiere encontrar su alma y se va despojando de las capas superficiales como capas de cebolla, hasta hallar que tras la última capa no hay nada, que el alma se ha diluido en ellas.
Cuando empiezas una obra te lleva por donde quiere. En principio pensé hacer una figura humana con cosas de consumo: latas botellas, cartones, utensilios, etc... todo aplastado y pegado, simulando la forma humana. Sin embargo la idea me llevó a la orilla contraria: en lugar de hacer un hombre lleno de todo, hice un hombre lleno de nada, como la Caja metafísica de Oteiza o el cuadro de Malevich Negro sobre blanco. El carro de productos, ahora vacío pero potencialmente lleno, se asocia a la imagen vaciada del hombre, potencialmente llena de cosas, aunque de nada que valga la pena. "Todo es vanidad y apacentarse de viento".