Homenaje a Giotto con la mínima escultura posible.

Cristal, soportes y alambre. Octubre-1999.
Medidas: 20 x 40 cms.

 

Esta obra la realicé sin darme cuenta. Estaba distraído, mirando por la ventana, mientras mis manos de manera automática retorcían un alambre. Cuando me di cuenta del alambre, vislumbré una forma que recordaba a una figura. Había enroscado en mi dedo el alambre y, al sacarlo, lo torcí inconscientemente formando lo que ahora constituye el cuerpo de la Virgen. Cuando lo miré la forma me recordó una figura; doblé algo más el alambre, le di nuevas formas y después, conscientemente, le añadí los otros alambres periféricos que componen la figura. Tengo que decir que, como mucha gente, cuando hablo por teléfono dibujo de manera automática unas formas que suelen ser casi siempre geométricas. Después esas formas pueblan mi papelera. Pero en el caso de esta escultura coincidió que estaba en aquel tiempo reflexionando sobre la obra de Velázquez y observé que este pintor, allí donde quería sacar las figuras, donde quería que se distinguiera del plano siguiente, marcaba una línea real, una línea sobe ese trozo de pintura que corría el albur de confundirse con el plano del fondo. Los ejemplos son numerosos y algunos los expondré en una de las obras que presento más adelante.
En todo caso, entendí que la línea, por su naturaleza, tiene una propiedad espacial. El hecho de dibujar una figura en un papel en blanco crea en ese papel un espacio específico.
Es como si construyéramos una figura tridimensional pero con la tercera dimensión propendiendo al cero. El dibujo, bien mirado, es una escultura, una escultura en dos dimensiones. El dibujo está en el campo bidimensional y pertenece a la pintura. Entendí que un alambre de 0,8 mm de grosor es una tercera dimensión suficiente para que este dibujo entrase en el campo de la escultura. Esta reflexión lo salvó de llenar la papelera junto a los dibujos irreconocibles de las conferencias telefónicas.