La metáfora del Titánic

Esta obra es un ejemplo para explicar una de las últimas tendencias en el arte, que se afirma sobre la exageración de los contenidos. Si pocos años antes e incluso ahora mismo se exageraban y exageran las formas (esculturas de Chillida, de Miquel Navarro, de Oldenburg, etc...), esta nueva modalidad de acuñar arte se caracteriza por exagerar los contenidos. Para que el lector entienda esta obra voy a reseñar trabajos de índole semejante.
Santiago Sierra utiliza la barrera y la exageración como signo personal de identificación o estilo. Una de sus obras consiste en quemar una galería (iba a ser remodelada y aprovechó la casualidad), otra en tapiar la entrada de otra galería; en otra atraviesa un camión en una doble vía, produciendo un gran atasco. En una obra llena una sala de un museo con barro proyectado desde un camión; en otra quiere llenar una sinagoga con CO2 mediante un equipo de oxígeno, firmando previamente el participante la conformidad de que asume los riesgos y sus consecuencias. Podría poner muchísimos ejemplos más. Estas exageraciones, barbaridades o incluso delitos consentidos son el eje principal sobre el que se desarrollan estas obras cuyo contenido se asoma al vértigo.
El lector argumentará que eso no es arte. Hay momentos en que las obras de Sierra están a punto de salirse de la esfera del arte y convertirse en bromas pesadas, barbaridades o delitos. Estas obras se apoyan sobre otras obras anteriores de arte y toman el derecho y el privilegio de incluirse en este ámbito. Pero ya digo que estas obras extremas amenazan con salirse del ámbito artístico. Podría poner un ejemplo para explicar esta afirmación pero no considero que este sea el momento.
Hay muchísimos autores que utilizan también la exageración como elemento comunicador. Francis Alÿs, amigo de Santiago Sierra, parte de Tijuana, ciudad fronteriza de Méjico, baja por el hemisferio sur hasta la punta más austral de Chile. Desde ahí se embarca hacia el trópico, desembarcando en una isla para después tomar un avión que lo pone en Groenlandia. Desciende por el hemisferio norte hasta el sur de EE.UU. y termina en el otro lado de la frontera de Tijuana, en el lado americano de la frontera, a escasos metros de donde partió, habiendo dado la vuelta al mundo. El autor quiso resaltar el problema de la emigración, pero sobre todo quiso hacer una obra de arte con el artificio de la exageración.
Aumentando la forma a tamaños desproporcionados (Esculturas gigantescas. Ya hemos visto la descontextualización del objeto mediante el tamaño) o los contenidos (los casos mencionados, otra forma de descontextualización), se consigue que un objeto o suceso se enfatice y se convierta en obra de arte.

En mi caso, quería hacer una obra de estas características para explicar en la exposición que he realizado hace poco otra manera más de etiquetar obras. Marcel Duchamp afirmó: "Para que una obra sea de arte basta con etiquetarla". Quería mostrar un ejemplo de esta etiqueta de las últimas tendencias de arte en el que el suceso (ya no es el objeto como sucediera en el ready-made o en la escultura de grandes dimensiones) se descontextualiza mediante la exageración. Pensé que tocar una canción con bocinas de camión era una exageración, y además era una exageración que me la podía permitir.
Debía conseguir siete camiones y hacer que sus bocinas tuvieran las siete notas musicales. El principal problema que intuía era que no sabía si se podría conseguir que cada bocina de camión tuviese una nota concreta. Compré un par de bocinas y comencé a manipularlas. Las perforé como si fueran una flauta y comprobé que de esa manera las bocinas no sonaban. Tapé el orificio realizado y entonces se me ocurrió que cortando las bocinas podría tal vez cambiar la nota original de cada bocina. Fue un acierto. Cortando las bocinas conseguí subir la nota.
Sabiendo que existía la posibilidad de realizar la obra, reclamé la ayuda de mi sobrino, estudiante de música, y que se ha convertido en coautor de esta obra. Por él supe que existe un diapasón electrónico. Mediante este aparato y comprando y cortando nuevas bocinas, conseguimos la escala musical, las siete notas de la escala.

A la vez que estaba fabricando las notas, pensaba qué canción tocar. Entre las posibilidades se me ocurrió que la que tocaban los violinistas en la película Titánic cuando el barco está naufragando, era muy apropiada. Por una parte ese gesto romántico era una filosofía. No sólo era amor exagerado al arte; también era una forma de vivir y de entender la vida y, por lo tanto, una forma de morir o de entender la muerte. Mientras la mayoría se acanalla por sobrevivir, los tres músicos tocan aquella canción melancólica, que suena a despedida, conscientes de las leyes del mar, cuando no hay barcas suficientes para el salvamento.
Por otra parte se me presentaba la posibilidad de realizar una metáfora para dilatar doblemente el contenido. Al elegir esta canción la imagen del Titánic se corresponde con la del planeta Tierra, el fatídico iceberg se identifica con el deshielo de los casquetes polares. La colisión, que provoca una vía de agua que inunda paulatinamente todos los

compartimentos del Titánic, se asocia con la tragedia que supone cambiar el mapa físico del planeta al elevarse el nivel del mar. Se originarían, dicen los expertos, brutales cambios económicos, desplazamientos migratorios superlativos, y cambios climáticos impredecibles. Quedan en el aire la frase sentenciosa de la película "no lo hunde ni Dios" y la arrogancia de poner las máquinas a toda marcha para llegar un día antes y deslumbrar al mundo entero. Nos recuerda la soberbia de nuestra ciencia, por otra parte imprescindible, y la publicidad abusiva que pospone razones a sus beneficios económicos.
Hay algo de tragedia personal y universal en las imágenes de Titánic que nos recuerda la muerte individual que todos llevamos dentro, y la desesperación colectiva de las grandes catástrofes en las que el Diluvio es el estereotipo más representativo. El hecho de ser tocada la canción con bocinas de camión que son de aire y que les llaman bocinas de barco, además de ser el objeto de la exageración, encajaba con el tema de fondo.
Para tocar esa canción de la película necesitábamos diez notas. Conseguí reunir diez bocinas, afinamos las notas en ellas y conecté sus electroválvulas a pulsadores de luz. En cada uno escribimos la nota que abría. Teníamos las notas que necesitábamos, desde el Sol hasta el Si en octava. Mi sobrino comenzó a tocar y el milagro se produjo.¡Sonaba a música, era música!
menos por la dificultad de coordinar los sonidos individuales, que por hacer coincidir los camiones. El tacógrafo les limita mucho el movimiento el fin de semana y entre semana es imposible. Los ensayos no se podrían realizar.
Quería dividir la canción en notas tocadas por músicos individuales para reafirmarme en la aseveración que lancé en mi primer libro: "Toda música está hecha con unidades seriadas de repetición". Al dinamitar la melodía, al dividir las notas en varias manos, reforzaba esa afirmación. No lo he podido hacer por las dificultades. En nada cambia mi criterio sobre la música. Sigue siendo unidades seriadas de repetición con variaciones.

El proceso siguiente consistía en colocar las bocinas en los camiones. Yo quería colocar una en cada camión y que cada conductor tocara esa nota, previo ensayo. Pero era algo difícil de realizar,
Se trataba de realizar una obra con un contenido exagerado, que es una manera de etiquetar obras de arte. Creo que lo he conseguido en la medida de mi presupuesto y de mi imaginación. No todos podemos costearnos un viaje alrededor del mundo como Francis Alÿs. En todo caso me darán la razón si les digo que con más presupuesto podría haber colocado unas barcazas con bocinas frente al Guggenheim, o unas locomotoras con sus bocinas en la estación de Atocha, junto al Reina Sofía. Podría hacer sonar las diez notas de la canción de despedida del Titánic en el aniversario del 11-M para recordar a los muertos. Podría hacerlo en el puerto de New York, el 11-S, con las notas en las sirenas de varios trasatlánticos. Podría también hacerlo en el golfo pérsico, en memoria de los 100.000 muertos irakís, mediante las bocinas roncas de los petroleros. Ya ven que la imaginación no tiene límite y los límites de la exageración vienen impuestos por los límites de la forma, que en este caso se ajustan a los presupuestos.
Pueden entender que con un presupuesto de vértigo se podrían realizar estas ideas exageradas. Yo sólo las he colocado, no para convencer que es posible realizarlas, sino para hacer entender al lector que los límites de la exageración no vienen determinados por la imaginación, sino por las posibilidades de ser realizadas. Sólo quería mostrar el vértigo de lo exagerado, que es una manera de hacer obras de arte. En este caso es arte porque es música, pero sobre todo es arte porque es una exageración, una vertiginosa y desbordada exageración.

Pinche en el altavoz si quiere reproducir la canción interpretada con bocinas

Con todo, aunque la obra de arte consistía en la exageración, conseguimos que esas notas separadas, esos bocinazos, sonaran a música. En ese aspecto conseguí la antítesis de una buena obra de Karmelo Bermejo, de su serie aportaciones. En "Aportación del ruido al ruido", este autor colocaba un violinista en medio de una gran vía, llena de tráfico. El continuo ruido de los coches apagaba el sonido melancólico del violín, que apenas se oía. En mi caso se puede decir que he reciclado ruido: No he añadido ruido sino que he quitado ruido porque de él he hecho música. Con esto afirmaba también que el arte, entre otras cosas, es medida, es armonía. El hecho de ordenar y medir unos ruidos, que por sí solos son algarabía yestruendo, se convierten en música, una forma estética más, una expresión artística.