La muerte del Sistema Monetario Internacional

Acero patinado de 10 mm.. Septiembre del 2010
Medidas: 70 x 35 x 21 cms

Esta obra la realicé para un concurso en Amurrio. Ni siquiera la seleccionaron, pero lo que puedan decir los críticos es algo que no me importa demasiado.
Al principio comencé haciendo una escultura sobre ese deporte rural de Euskal Herria que consiste en arrastrar una piedra mediante una pareja de bueyes. A la hora de realizar la piedra en la maqueta, no me gustaba y la cambié por un ataúd, modificando al mismo tiempo la narración del tema.

Al colocar el ataúd se me ocurrió que podía ser casi un pasaje surrealista porque no estaría muy bien definido el tema. El observador estaría descolocado si no pudiera leer el título. Sin éste podía pensar que estaba relatando las muertes de terrorismo en el País Vasco. Las monedas en el borde del ataúd estarían recordando el impuesto revolucionario. También podía estar relatando esta composición la muerte de la cultura vasca por la globalización y el consumo.
Lo cierto es que coloqué el ataúd para describir lo que el título indica: la muerte del sistema monetario internacional. Debajo, por el suelo, se encuentra la ikurriña, es decir la bandera nacionalista del Euskal Herria pero todo el mundo sabe que sin los colores no es distinguible de la de Gran Bretaña.
Al cambiar la narrativa cambié también de bandera. Los banqueros ingleses han sido los mejores del mundo por una razón: durante muchos años la libra fue el astro sobre el que giraban las demás monedas. Después fue sustituida por el dólar. Cuando en los años sesenta el dólar atravesó dificultades y Francia le echó un pulso para restituir el antiguo sistema monetario Patrón Cambio-Oro en lugar

del sistema Patrón Cambio-dólar, el propio gobierno americano quiso poner orden regulando la fuga de capitales desde EE. UU. hacia Europa. En esa época de restricciones de capitales americanos hacia el extranjero aparecieron los banqueros ingleses que inventaron el Eurodólar y los paraísos fiscales como camino y medio para burlar a las autoridades monetarias americanas. En los años sesenta, y antes y después también, los capitales americanos viajaban a Europa en busca de rentabilidad, pues el tipo de interés estaba siempre más alto. Cambiado por moneda autóctona en lugar de quedarse en los sótanos de los bancos centrales o ser cambiado por el oro correspondiente según el patrón Cambio-dólar, regresaba de nuevo a los mercados americanos colocándose en los bancos a corto o medio plazo. De esa manera el mismo dinero estaba en dos economías a la vez, como denunciara Jacques Rueff.
En aquel tiempo existían tres o cuatro paraísos fiscales que se consolidaron al gestionar ese dinero al que multinacionales y particulares le quitaban fronteras. Ahora son más de setenta y en lugar de llamarles así se les nombra con el eufemismo de "Centros de distribución financiera". Si en los años sesenta la duplicación era evidente, qué no estará pasando en nuestro tiempo.
En 1971 el dólar dejó de ser convertible en oro, tal y como vaticinara Jacques Rueff y se dejó flotar. Si en un sistema de cambio-dólar se duplicaba el dinero circulante, qué estará pasando en un sistema de cambios flotantes y 72 paraísos fiscales.
Si juntamos lo que pronosticó Karl Marx sobre el Plusvalor y las multinacionales, y lo que dijo Rueff sobre la duplicación del sistema monetario internacional entenderemos por qué estamos en esta crisis. Lo que jamás podremos entender son las medidas para atajarla. En lugar de deshacer 500 años de capitalismo y comenzar a desandar el camino equivocado, se hace más de lo mismo. Otra vez la huida hacia delante, otra vez la duplicación de la moneda por caminos diferentes.
Hay que repartir la riqueza y el trabajo con racionalidad para que los picos y contrastes entre producción y consumo sean razonables sin que caigamos en estos baches tan peligrosos. Pero cada vez es más irracional esa repartición. El plusvalor, valor que se revaloriza, ha hinchado el sistema financiero y adelgazado el mercantil o el derivado del consumo. Por sí solo el sistema financiero ya es capaz de alterar los precios de los productos de primera necesidad por encima de la oferta y la demanda real a través de la Bolsa.
En las medidas anticrisis se lesiona una vez más directa o indirectamente el consumo y se beneficia al capital financiero. Es pueril recordar que con menos consumo nunca se va a activar la producción, ni siquiera se puede mantener la misma. Todas las medidas adoptadas lesionan el consumo sin poner controles efectivos a las entidades financieras. De los "Setenta y dos centros de Distribución Financiera" ni se habla, como si no tuviera ningún papel en la financiación. Si lo que quieren hacer es estabilizar los mercados financieros, eso está bien pero no a cualquier precio. De una u otra forma volverán a duplicar (esta vez a triplicar o cuadruplicar) el dinero mediante Deuda, privatización y bancarización de las cajas. Llegará dinero suficiente a la financiación y al consumo y comenzaremos otra huida hacia delante, esta vez hacia la última crisis, que será irremediable y fatal porque más adelante de tal sinrazón sólo puede habitar el Abismo. No sé cuánto tardaremos pero el abismo estará ahí, esperándonos.


Dijo Karl Marx: "El poder electo no es más que una comisión administrativa de los intereses comunes de la Burguesía"
Dijo Georges Orwell: "Llegará un día que será normal llamar a un partido que prolifera y apoya el Capitalismo, socialista; unas elecciones dirigidas, libres; y un gobierno despótico, democrático.
Dijo Jacques Rueff: "El dólar dejará de ser convertible en oro"
Por su parte, Herbert Marcuse dijo que nos reconoceríamos en las mercancías, que seríamos aquello que poseemos, que nuestra alma se disolvería en las cosas. Nos recordó la cosificación o reificación que pronosticó Marx.

Estos tercos bueyes sin conductor son los que nos llevan en línea recta hacia el abismo que visionaron estos Modernos Profetas. Dentro del féretro vamos todos. De poco nos sirve que vayan también los ricos. Pero qué menos que recordarles ese pequeño detalle.