Aunque el lector vea en la portada de introducción algunos nombres de filósofos, no se lleve engaño y pretenda encontrar más talento del que me ha sido dado. No entiendo demasiado de filosofía y, posiblemente, tampoco de otras disciplinas de las que he hecho alarde.
No espero de esta web demasiadas cosas. Pero puedo decir que al menos este apartado que he titulado "Filosofía callejera" está aprovechado porque lo estoy escribiendo para mi beneficio. Me había dado cuenta en las exposiciones que realicé que cuando pretendía aclarar al espectador algunas de mis obras en las visitas guiadas, resultaba que yo también las acababa comprendiendo mejor. Esta sección tiene la obligación de aclararme algunos problemas existenciales que aparecen irremediablemente con la edad y la reflexión.
He pensado que esta filosofía callejera debe estar sustentada sobre alguna base firme, sobre algún punto de partida del que tomar referencia y comparar las cosas. Creo que la felicidad y la muerte son los únicos parámetros posibles para medir nuestro sentido de vivir. Una porque la buscamos sin descanso; la otra porque la intentamos atrasar lo más posible. A una la queremos cerca y a la otra muy lejos
Siempre he creído que la muerte es el punto de referencia más objetivo de la vida, precisamente por ser su negación. Cosas que nos han importado muchísimo y que han llenado nuestro tiempo puede que nos parezcan inservibles, un derroche de inutilidad, si nos queda poco tiempo de vida. El gusto sofisticado por la ropa más allá de lo utilitario o el culto desaforado al cuerpo seguramente perderán entusiasmo si a alguien le queda pocos días de vida. Esas cosas que nos son tan trascendentales en la vida pierden brillo ante la moratoria de la muerte y nos hacen reflexionar si en verdad no estuvimos equivocados o exagerados al elegir nuestros intereses y prioridades en la vida.

La felicidad es algo a lo que propende el ser humano simplemente por naturaleza, por coherencia biológica. De la misma manera que se tiende al ahorro de energía como mecanismo de evolución biológica, el ser humano se inclina hacia la felicidad. De la misma forma se propende a la supervivencia y a la salud, porque está inscrito en nuestra programación genética, en el desarrollo evolucionista. La felicidad es muy relativa y difícil de medir y muchas las maneras diferentes de intentar encontrarla. No siempre la forma rápida, la inmediata, es la mejor. Por las distintas maneras en que los individuos buscamos la felicidad, y por la frecuencia o intensidad con que pensamos en la muerte, se puede deducir diferentes formas de entender la vida, diferentes felicidades y filosofías. He compuesto cuatro maneras de vivir, cuatro filosofías, que deseo que engloben la totalidad de las filosofías prácticas o callejeras. Dos formas de pensar colectivas no creen que haya algo más allá de la muerte; las otras dos restantes sí. Las dos primeras creen que el hombre es el último eslabón de la cadena de la evolución. Para ellos el espíritu es parte del cerebro que lo genera como el hígado genera bilis. Para las otras dos partes el ser humano es un ser espiritual encerrado en un cuerpo animal. Uno de ellos cree en la reencarnación; cree que estamos soñando y que seguiremos reencarnándonos en distintos seres hasta que consigamos despertar. El otro cree en un mundo posterior, prescindiendo de los cuerpos físicos y viviendo en cuerpo espiritual, aceptando y dilatando posteriormente el mal o el bien que hayamos elegido en la Tierra como forma de vida.

Creo que no es sólo una descripción de las maneras de vivir y de aceptar este mundo mediante una de estas cuatro filosofías callejeras, que las llamo así porque su comprensión es asimilable por todo el mundo. Si fuera de otro modo entonces les sugeriría que fueran a internet y mirasen las principales tendencias filosóficas y que después leyeran los libros de los filósofos que más les han llamado la atención. Como he dicho, no sólo es una sencilla descripción; es un razonamiento y un posicionamiento.
Aunque doy por cierta, sin duda, la teoría evolucionista y otorgo credibilidad al libro "El gen egoísta" de Richard Dawkins en el que razona que el ser humano no es otra cosa que una máquina de supervivencia genética, le pongo algunos "peros". No pongo peros a sus teorías, que son perfectas y, en el caso de Darwin, inapelables. Lo que hago es añadir elementos nuevos. Concretamente tres: la Voluntad, la Conciencia y el Poder de Elección, que son elementos que trascienden la propia naturaleza fisiológica del individuo. Cuando alguien elige, esa elección no puede estar físicamente dentro del individuo, no está dentro de las células del individuo porque si fuera así, no estaría eligiendo, sino que estaría determinada biológicamente esa elección; serían las propias células y genes quienes lo hicieran. Creo firmemente que la elección no es una reacción química. Pasa algo similar con la Voluntad, que trasciende al individuo.
En verdad que la voluntad es posiblemente el eslabón más cercano entre lo animal y lo espiritual. Creo que hay una voluntad física y otra psicológica, llamémosles así para identificarlas porque son de sutil diferenciación. Pongo el caso concreto de un corredor de fondo que no sólo ejercita sus músculos sino también entrena y doblega su voluntad. A este tipo de voluntad es a la que yo llamo voluntad animal, voluntad energética. Está emparentada o es prima lejana con la voluntad de supervivencia, que ésa la tienen todos los animales de manera instintiva y el hombre también en la parte animal que le corresponde. Es cierto que son otras motivaciones mucho menos radicales las que motivan a un corredor de fondo sea profesional o amateur. Puede deberse a protagonismo, autoestima, autorrealización, autorregulación física saludable, motivación de mejora estética, etc, etc.(Aclaro que no tengo nada contra el deporte, que lo he practicado con asiduidad. Es una forma de salud tanto para el cuerpo como para la mente. Tan sólo quiero hacerme entender) También hay otras voluntades muy cercanas a lo atávico o animal, como es la voluntad de poder, de poseer, de dominar, etc... Pueden considerarse tal vez como una manera de búsqueda de autoestima. En el galanteo y en el comportamiento sexual son evidentes algunos procedimientos que nos acercan muchísimo a los animales. Hay lúcidos estudios detallados al respecto.
Pero la voluntad a la que yo he mal llamado psicológica es la que ahora renombro como voluntad espiritual. Todo el mundo, creo yo, habrá estado alguna vez por diferentes y determinados motivos en esa zona neutra en la que los instintos de un lado y de otro se contrarrestan y queda el hombre sólo para elegir, a merced de él mismo. Queda su conciencia y su elección y en esa determinación llena de libertad que elija estará diseñando su propio camino. Y no es posible que lo haya elegido sus células, sus genes o su lejano y heredado aprendizaje animal, por mucho que nos haya enseñado la etología. Creo que todo el mundo sabe qué es esa zona neutra, ese momento psicológico en el que ha decidido conscientemente hacer el mal o hacer el bien. Se está en el filo de una hoja de afeitar haciendo equilibrio para un lado o para el otro. Sólo cuando se ha caído hacia uno de los lados se sabe si se ha hecho bien o mal y sobre todo que uno ha sido el único responsable, libre y único rsponsable. De ello hablaré con más detalles. Esto quiere ser sólo una introducción, la manera de explicar que hay una forma de sublime de voluntad más allá de lo físico.

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La voluntad es la respuesta a la elección. Si la voluntad es la respuesta a la elección, ésta es la respuesta a la conciencia. No es momento de entrar a valorar si la conciencia trasciende al individuo o si está por encima o fuera de él. Tampoco aspectos del psicoanálisis que recuerden, describan o afirmen qué es la conciencia.
Por último, hay algo importante, deducido en un encuentro casual con la obra de Swedenborg (librepensador sueco, religioso, poco conocido y menos valorado), vindicado por Borges, que me ayudó a conciliar las diferentes filosofías y a elegir entre ellas; eso es al menos lo que he creído que ha sucedido.

En todo caso es una firme convicción de creer que somos algo más que una máquina de asociación de genes para sobrevivir, como sostiene Richard Dawkins. Prefiero pensar que somos algo más que un vegetal o un animal tan evolucionado que ha aprendido a meditar y memorizar mediante conexión de sus neuronas. Prefiero entender que esa evolución nos ha permitido captar mínimamente lo espiritual, que está por encima y fuera de nosotros y que nos sobrepasa, que está más allá de nuestro ser y entendimiento y que nos ha sido dado acceder a ello de la misma manera que nos es dado la inspiración, las grandes ideas y los afortunados descubrimientos, porque como dijo Borges, todo nos es dado, "todo es del Espíritu, excepto nuestros errores.
En la verdad de mi alma no podría vivir bien sabiendo que sólo soy un pobre animal que sabe pensar y que tiene la soberbia de creer que el universo gira en torno a él y para él, con la poca cosa que somos, apenas pobres animales, apenas un conjunto de células que se llevan bien entre sí.
En física, las teorías de Einstein no anuló las de Newton, sino que las complementó. Ojalá crezca una nueva revelación, un nuevo hallazgo que sobrepase y de sentido a las ideas de Darvin y Dawkins, que aunque sean rotundamente ciertas, no alcanzan por sí solas para dar sentido coherente a nuestras vidas.

Desde la perspectiva de la brevedad de la vida y de la búsqueda incansable de la felicidad en la que se ve envuelto el hombre, dictamino las cuatro posibilidades que se me ocurren a mí que pueden dar sentido a nuestra existencia inexplicable.
Es un ejercicio de meditación, y es más personal que colectivo; no es una respuesta válida a las dudas perennes de la humanidad. Pero puede ayudarnos a conocer nuestro mapa interior, el que dibuja lo que algunos llaman alma y otros, más prácticos, subconsciente.

 

 

Comenzaré la reflexión tratando de definir la vida de las personas como algo que nos sucede y que puede estar estereotipado en uno de los cuatro grupos de posibilidades de entender la vida que se me ocurre a mí y que los llamo así:

                         - El realismo visceral

                         - El idealismo extremo

                         - El realismo aplicado

                         - El idealismo de doble realidad

 

Aunque planteo cuatro formas de realidades posibles para explicar nuestra existencia inexplicable, en realidad ocurre como en los mandamientos, que se resumen en dos. En este credo puedo decir que tres de las opciones plantean la vida que se está viviendo en función del después, aunque con muy distintos puntos de vista. Al que plantea la explicación o aceptación de la vida en función del momento, porque renuncia a creer que hay algo más allá de la muerte, e incluso renuncia a creer en ideales, es al que he llamado realismo visceral.


El realismo visceral se corresponde con la forma de pensar y el modo de vida mayoritario en nuestra actual sociedad. Este modo de vida destaca por su sentido individual, reivindica siempre el presente como fuente de vida y el hedonismo constituye la base de la satisfacción personal . Es materialista y realista, suele negar la existencia de Dios y cree que cuando el cuerpo muera todo morirá con él. El individuo actúa o vive como si se considerara el ombligo del mundo, aunque sea de manera subconsciente, ya sea pobre o rico, feliz o desgraciado. Sabe perfectamente que no gira el universo en torno a él, pero su vida práctica funciona como si así ocurriera. No sé a qué obedece mentirse de esa manera. Lo he definido como realista, porque cree, o creemos, sólo en lo que ve y puede probar. En el fondo no es realismo vivir como si fuera el protagonista del misterio de la creación. No digo ya el hombre en general, que no lo es, sino el individuo en particular, que lo es mucho menos. Creer que el mundo y el universo que nos envuelve son como capas de cebolla entorno a nosotros, no es coincidir con la realidad objetiva, sino invertirla. Si científicamente sabemos que la Tierra no es el centro del Universo, ni la humanidad tampoco el centro de la Tierra y mucho menos del Universo, no es entendible por qué cada individuo proyecta su existencia como si fuera el ser más importante de la creación. Si me muero yo se mujere mi mejor amigo, dice el refrán del ser humano actual. Existe un egocentrismo y la sociedad que nos envuelve potencia y legitimiza. Creo que no habría un solo individuo que no asumiera con absoluta normalidad si el destino le diera fama, dinero o poder, que no es merecedor de él y no se aficionara a asumir ese protagonismo. No creo que exista persona con la humildad necesaria y la filosofía apropiada para renunciar a ese papel distinguido que refuerza nuestra pseudoautoestima. Si el individuo sin destacar en nada se siente el centro de la creación, cómo no hacerlo si el destino le señala de manera directa. Como ya he dicho, no es realismo vivir como si uno fuera el centro de la creación. así que el realismo visceral que vivimos y que he definido aquí de manera lacónica, es para mí un realismo fraudulento en los contenidos aunque las formas sean o parezcan impecablemente ciertas.
El idealismo extremo se puede identificar con la idea que sostienen los budistas y la filosofía idealista occidental. Es decir sería como contemplar las vivencias, objetos, y personas como si estuviéramos soñándolas, como si no fueran más que imagenes oníricas. El mundo que vivimos no es real para esta creencia. El presente se vive en función de otra vida futura, en la que estará el individuo al fin despierto, en lo que respecta al budismo. Para el budismo el mundo no es real, es un sueño y podemos llegar a despertar mediante largos ejercicios. Mientras esto no suceda seguiremos eternamente reencarnándonos. En lo que concierne al idealismo occidental no podríamos considerar que piense que estamos soñando pero sí que es partidario de considerar que las cosas sólo son o pueden tener sentido si hay una mente que las piensa. Es más importante la mente que los objetos materiales y en ese aspecto no tienen la relevancia ni la potencialidad que se les da en el comentado realismo visceral y por lo tanto la filosofaía a ejercitar resulta totalmente distinta e incluso contraria.
El principal representante del idealismo occidental fue el obispo Berkeley. Esto es lo que afirmó entre otras muchas cosas: "Todos admitirán que ni nuestros pensamientos ni nuestras pasiones ni las ideas formadas por nuestra imaginación existen sin la mente. No menos claro es para mí que las diversas sensaciones, o ideas impresas en los sentidos, de cualquier modo que se combinen, no pueden existir más que en una mente que las perciba.... Hablar de la existencia absoluta de cosas inanimadas, sin relación al hecho de si las perciben o no, es para mí insensato.... No niego que la mente sea capaz de imaginar ideas; niego que los objetos puedan existir fuera de la mente". Para Berkeley la idea de Dios es esencial como principio y esencia del mundo, como creador de todos los objetos que quiera imaginar.
Es evidente que imaginar objetos, de los que se afirma que no pueden existir por sí solos sin una mente que los perciba, es muy cercano e incluso parecido a estar soñándolos. En esa misma medida se parece el idealismo al budismo.
Esta forma de pensar, el idealismo occidental, se opone diametralmente al realismo. En realidad la historia filosofía occidental ha sido un eterno debate, una disputa intelectual entre idealismo y realismo, con sus respectivas variantes acaecidas en cada periodo histórico.
La filosofía de lo que he llamado realismo aplicado surge en la continua y desesperada búsqueda del hombre para conseguir un mundo mejor en todos los sentidos, en el sentido material y en el espiritual. La forma más aproximada de esa idealización se acercaría en la práctica a la realización de las ideas de Karl Marx, que comenzarán a ejercitar las generaciones posteriores al filósofo hasta llevarlas al fracaso. Pero la búsqueda de un mundo mejor es algo que está en el anhelo del ser humano, de todo ser humano, a pesar de sus continuos desengaños.
Lo que en verdad me importa aquí y ahora no es explicar el marxismo sino imaginar el modo de vida o filosofía práctica que llevarían las personas condicionadas por esta manera de pensar y de vivir. La idea principal es la de que el ser humano, comprometido con esa realidad que él cree, sacrifica su felicidad personal por un futuro colectivo mejor. Es altruista y vive el presente en función del futuro pero sin que entre ambas distancias tenga que haber una puerta o un cambio de naturaleza como sucede en el planteamiento del budismo y en el de las religiones. Vive en la realidad, desechando mundos futuros o paralelos más allá de la muerte, pero es una posición filosófica muy diferente en ese aspecto al realismo visceral, que también vive el presente como una realidad sin puertas que lo separen del futuro; y también busca un mundo mejor, aunque sólo lo busque si es mejor para su bolsillo o sus instintos hedonistas. En la forma de darse a los demás o de vivir el día a día por el bien del futuro colectivo de este realismo aplicado, existirá sin duda una gratificación sofisticada, casi mística. En aquellas personas solidarias, altruistas, que dan su tiempo y su vida a los demás, no deja de verse un atisbo de extraña felicidad que emociona a quien la contempla. En realidad, estoy hablando de un marxismo utópico, inexistente para el ciudadano del siglo XXI, y que posiblemente no ha existido más que en la imaginación de su creador y en algunos raros comportamientos posteriores. Acaso pueda entenderse algún rasgo altruísta parecido a la conducta de los que practican lo que he llamado realismo aplicado, en algunos estereotipos de ONGs de tipo laico, porque las ONGs de tipo religioso estarían ubicadas en otra filosofía, en la filosofía religiosa. En todo caso en la valoración del comportamiento de unos y otros (que no sería otra cosa que la aplicación de su propia filosofía en el modo de vivir y dar valor a la vida) no habría demasiadas diferencias. Tampoco las hay en algunos aspectos puntuales entre religiones teístas y utopías ateas. Para algunos Cristo no fue otra cosa que un revolucionario; para otros Ernesto "Che" de Guevara no ha sido sino el sacrificio para una nueva religión laica, por cierto, en vías de extinción.
Llamo idealismo de doble realidad a aquella manera de vivir que tiene su fundamento en las religiones. Esta forma de vida tiene connotaciones con el idealismo, porque entiende que la realidad presente no es real del todo. No afirma que estemos soñando como mantiene el budismo, pero opina que no podemos percibir la realidad tal como es. Hay una frase de San Pablo que ilustra esta afirmación: "Ahora vemos por espejo, en oscuridad, luego veremos cara a cara; ahora conocemos en parte, luego conoceremos como somos conocidos". Para las religiones, entre este mundo real y el otro que también lo es, se encuentra una puerta que hay que franquear. Por otro lado tiene también una afinidad con el realismo aplicado, como ya he insinuado, en el sentido de manifestar similitud en la puesta de acción de sus ideales: el darse a los demás, el ser en los otros, esa otredad correspondida, ese altuismo, esa generosidad. Predica también la unidad, la comunión o participación en lo común, muy al contrario que el realismo visceral, donde la defensa a ultranza de la individualidad puede desenvocar en el egocentrismo y en el espíritu insolidario.
Si tiene mucho parecido con el el budismo, esa otra forma de religión, también tiene cierta afinidad con el idealismo filosófico occidental. Podemos comparar las palabras mencionadas de San Pablo con las que Schopenhauer quiso describir la realidad que percibimos: "el mundo es la apariencia de algo que está detrás de la cortina de la experiencia inmediata", afirmó. Las cosas que vemos y que el realismo llama verdaderas, la religión y el idealismo las llama falsas porque no las percibimos tal y como son.
He explicado superficialmente estas cuatro maneras de pensar y de vivir. Toca hacer un estudio más detallado.

El realismo visceral

Lo que llamo " "Realismo visceral", que ya lo he definido escuetamente, se corresponde con la manera de pensar que practica la mayoría de la población actual del primer mundo para darle sentido a su vida. Es una tendencia que gana cada vez más terreno. Su filosofía afirmaría lo que dice un verso de Quevedo: " polvo serán, mas polvo enamorado". Polvo que se confundirá con el polvo de la Tierra y que no tendrá probabilidades de resurrección. El alma es el último escalón en la evolución del animal y es sólo el producto de mecanismos interiores del cuerpo; esa es la principal afirmación del realismo visceral. El alma no existe más que como una serie de respuestas a mecanismos físicos, sociales, familiares y personales. Todo, absolutamente todo, se encuentra en el cerebro, afirman los neurólogos. El psicólogo y el psiquiatra, los modernos médicos del alma, establecen la explicación de ese misterio en base a cuestiones físicas, biológicas y sociales.
Esta revelación, esta hipótesis, coloca el realismo visceral en confrontación con lo que he llamado idealismo extremo y sobre todo con el idealismo de doble realidad. Al negar el alma, se niega cualquier posibilidad de vida posterior a la muerte y se ejercita la filosofía del día a día, sin más horizonte que la felicidad inmediata por encima incluso de la ética. Esta visión, reivindicada y fortalecida a través de los mensajes firmes de la ciencia, hacen del hombre un ser individual y egoísta. Sin embargo, puede no ser más que una estrategia de la biología cósmica, de una evolución así determinada.
Una de las cuestiones vitales del realismo visceral depende directamente de la negación o de la afirmación de la existencia de Dios. Es evidente que cualquier realismo tiene que negar la existencia de un ser que no es tangible, que no se ve ni se manifiesta. Pero se puede pensar tal vez que el ateo de hoy día es menos un ateo de creencias que de prácticas. No quiero decir que sea cristiano no-practicante o religioso no-practicante; lo que digo es que es ateo convencido y confeso, pero no absolutamente persuadido del todo. Me explico. Hay personas que dicen: "yo no creo en Dios", incluso suavizan la expresión y dicen: "yo no creo en esas historias", en las que entran las historias figuradas de la Biblia, los milagros y las experiencias que se salen de la común observación y de difícil o imposible credibilidad. Pero se ha llegado a esa convicción, a esa filosofía, de una manera práctica, conductista. No se han resuelto las dudas mediante profundas y continuadas horas de reflexión, de horas robadas al sueño y de lecturas infatigables que hayan provocado ese convencimiento, ese posicionamiento, sino por un abandono paulatino de las prácticas religiosas. Paradójicamente, esas prácticas religiosas o la aceptación de ese pensamiento religioso nos ha sido también impuesto, se nos ha dado también de manera conductista mediante la herencia sicológica de nuestros padres y de la sociedad que nos precedió. Es posible que, como dicen algunos filósofos, la religión no sea más que un resultado antropológico que surge con la primera edad del hombre.
Podemos repetir que la práctica religiosa y el abandono de la religión no se han producido en la mayor parte de la población por meditación personal sino por herencia paternal o por presión social heredada. El proceso religioso hoy día se ha invertido y se están vaciando las iglesias y los seminarios. Pero no podríamos afirmar que el ateo lo es por convicciones personales muy reflexionadas, sino que lo es de manera intuitiva, dejándose llevar por la evolución filosófica social más admitida, que ha sido forjada en gran medida por los hallazgos irrevocables de la ciencia. Para la ciencia Dios sobra porque no sabe dónde ponerlo; no encaja en ningún rincón de su teorización sencillamente porque no tiene explicación.

La verdad es que los continuos descubrimientos científicos han debilitado la sostenibilidad y credibilidad de la religión tal y como fue presentada. Y es natural. Siempre la religión se ha fundamentado en la fe. Pero la fe no tiene argumentos. La fe se limita a decir Sí o No; cualquier otra contribución es añadir datos de racionalidad. Y aunque las religiones mantienen como esencia su principio de fe, que niega la racionalidad, necesita de un mínimo de narratividad para ser entendida esa fe, para tener un soporte en el que pueda manifestarse y darse a conocer. Esa narrativa debe tener un mínimo de coherencia de lo que surge precisamente la racionalidad que es precisamente la que discute los principios de fe.
Durante buena parte de los siglos que nos precedieron esa narratividad corrió a cargo del arte. Arquitectos, escultores y pintores del siglo XIII, XIV y XV trabajaron escluvivamente para la nobleza y para el clero, que eran los que tenían el poder económico. Las artes corroboraron el poder y la legitimidad a ambos estratos sociales del medievo. El arte fue en los primeros tiempos de la última fase artística el reflejo de la Biblia en imágenes.
Esa mínima narratividad que necesita la religión debe tener, como he dicho, algo de cordura, algo de de ligazón. En esa necesidad se echa mano irremediablemente de la razón y surge una contradicción porque la religión se sustenta sólo con la fe y ésta no es muy compatible con la racionalidad de esa narratividad a la que se ha recurrido. Al revisar esa narratividad y cotejarla con las doctrinas de fe, surge el conflicto.
Muchos o casi todos los argumentos con los que se sostiene una religión son falsos. Es lógico que la credibilidad de esa religión se resienta. Pero es difícil entender, por ejemplo, cómo iba a explicar Moisés a las personas de su tiempo el origen del mundo en los libros. Es impensable que escribiera por ejemplo: "en el principio fue la materia y la materia se concentró de tal modo hacia dentro creando un gigantesco agujero negro y generó una explosión gigantesca que se llamó el big-bang y originó las galaxias, las estrellas y los planetas. Y de la vida inerte surgió la materia orgánica mediante los primeros aminoácidos, bla, bla, bla,...." No se puede describir hace más de 3000 años la historia con el vocabulario y los conceptos de hoy día, que precisamente han necesitado esos 3000 años para formarse. En todo caso, más allá de comunicaciones complicadas e interpretaciones interesadas, la ciencia ha dejado patas arriba las supuestas verdades de la religión y ha puesto en entredicho sus axiomas, sobre todo porque los milagros no parecen existir, al menos en esta época que nos toca vivir.
Que la ciencia no crea en los milagros o que los milagros no existan, no resuelve el conflicto existencial del hombre, ni anula la necesidad en algunos de encontrar una explicación más allá de su propia existencia y necesitan algo más que la fe. Puede que sólo sea un remedio terapeútico, una profilaxis mental individual para enfrentarse cara a cara a los argumentos de razonamiento al absurdo que plantean las dudas sobre la utilidad o inutilidad de este mundo. Dijo Borges en una entrevista, con el que estoy una vez más de acuerdo : "La inmortalidad personal no es menos creíble que la muerte: Las dos cosas son increíbles. El hecho de que alguien perdure más allá de la terminación de su cuerpo parece rara, pero también lo es el hecho de que alguien desaparezca finalmente".
Parece raro creer en algo, en un Ser Supremo, que no se manifiesta nunca en ninguna fenomenología terrestre por mínima que sea. Nadie ha visto ningún milagro. Nunca se ha escuchado una retumbante voz de trueno en el cielo para ratificarnos su existencia. ¿Qué le podría costar darse a conocer un poquito?, meditan los incrédulos.
En el siglo XXI hay pocas cosas a las que la ciencia no pueda darles una explicación lógica. Además lo escépticos hacen hincapié en la incomprensible manía de jugar al "esconderite" que Dios practica. Son estos dos argumentos los más importantes para negar la existencia de Dios y afirmar el realismo visceral.
En el lado contrario de esa reflexión aparece la necesidad de justificar nuestra esencia de vivir. Justificar para qué vivimos. No es suficiente que el individuo tenga pequeños oasis de felicidad. No se justifica el universo entero para que existan esos pequeños oasis. Si el individuo muere y mueren con él sus recuerdos, sus virtudes, sentimientos y emociones para siempre, no tienen razón de ser que hayan existido para nada. Absolutamente para nada. Pero este es un problema existencial que el realismo visceral lo deja a un lado, lo lo tapa con el continuo ruido de vivir. Se vive deprisa e intensamente, todo lo bien que se puede, sin preguntarse demasiado, no vaya a ser que las dudas empañen esa pequeña felicidad de la que algunas veces podemos disponer y practicar.
Cicerón dijo algo parecido a esto: Solos no somos nada, somos perecederos, pero juntos somos eternos. La continuidad de la especie por encima del interés individual sería un argumento plausible. El realismo visceral es demasiado egoísta para sacrificarse por la especie.
A pesar de que seamos ladrillos de conexión en la evolución animal, en el fondo no nos importa lo que pueda pasar 200 o 2000 años más tarde si no podemos entender qué estamos creando, a qué estamos contribuyendo con el mero hecho de vivir. Sólo nos interesa la inmediatez y que esa inmediatez sea satisfactoria personalmente. Si no hay nada después de la muerte, si la humanidad va haciendo su propio camino pero no tiene ni idea hacia dónde va ese camino, no tiene sentido ningún esfuerzo. Mucho menos si no vamos a disfrutar de los resultados de ese esfuerzo. Por ello el ser humano sin un horizonte de referencia, sin una religión, sea ficticia o verdadera, sin un ideal político o social a largo plazo, trabaja sólo para sí mismo y para el presente inmediato, el suyo y el de los que le rodean, que son una prolongación de sí mismo porque sus sentimientos están incrustados en ellos como si fueran parte intrínseca de su carne.
El crecimiento de la humanidad, su evolución, sería como el crecimiento o la evolución de una planta, de un árbol, que no puede pensar cuál es su misión ni cuál es su contribución en el universo de la creación. La diferencia íntima es que el ser humano puede pensar, puede elegir su destino, puede decidir hacia donde crece, si crece a lo alto, a lo ancho, hacia el exterior o hacia el interior. Ese pensamiento nos da una responsabilidad y elimina el mecanismo instintivo que tienen los animales, la adaptación de las plantas al medio o la función lógica de química interactiva de los minerales. Pero si el horizonte no se ve, si no podemos saber hacia dónde debemos dirigir nuestro comportamiento, si no podemos entender a qué están contribuyendo nuestros actos, entonces el pensamiento se vuelve una herramienta inservible, estéril. El pensamiento contribuye a dar agilidad y velocidad a esa evolución, pero no le proporciona sentido, dirección, razón de ser, ni le señala la meta o el camino. La humanidad no sabe si evoluciona muy deprisa hacia su perfección o hacia su decadencia, si se está haciendo a sí misma un ser perfecto o un monstruo. El ser humano tiene la capacidad de elegir por su capacidad para pensar, pero al desconocer cómo inciden sus actos en el futuro merced a esas decisiones, la capacidad de elección se torna inservible como elemento de guía. El pensamiento en ese aspecto se convierte en un acelerador evolutivo en la medida que le sirve para dominar la naturaleza, pero no sirve de nada para labrar su destino, que desconoce y que sólo puede ser forjado por la elección entre el bien y el mal, con lo que la evolución del hombre se vuelve una elección religiosa, se sea creyente o por el contrario no se crea en Dios, porque la simple elección y selección entre el bien y el mal se torna en una forma de religión.
Con la aparición del pensamiento se ha anulado la reacción automática del instinto al medio, esa reacción animal, y aparece por primera vez en la historia de la evolución la capacidad de decidir; aparece la opción de elegir. La decisión es competencia del ser humano y esa elección no sólo va a contribuir a la propia felicidad o desgracia del individuo que la toma, sino al propio camino de la humanidad, que está sin decidir, sin trazar, porque hacemos camino al andar. La humanidad es como una gran planta que está creciendo, que se está haciendo a sí misma según la suma y la totalidad de nuestros actos, y de la cual podríamos decidir cómo serían en el futuro nuestras hojas y el color y la forma de nuestros pétalos. Pero no sabemos qué somos ni qué queremos o tenemos que ser porque no entendemos cuál, cómo o dónde está la meta ni si la hay. Tenemos como una especie de instinto espiritual que sustituye y mejora, esperemos que así sea, al instinto animal. En el caso de que el individuo crea en un ser superior, ese instinto toma referencia de las religiones. En el caso en el que el individuo reniega de la divinidad, el instinto procede de la ética.
En ambos casos es una forma de religión, como he dicho. También en ambos casos esa ética religiosa o social se puede manipular y hacerse interesada en benficio de uno mismo revertiendo el proceso. Segmund Freud escribió en su libro Psicoanálisis del arte que los pueblos bárbaros después de arrasar pueblos enteros presentaban las ofrendas a sus dioses para poder seguir arrasando pueblos enteros. En muchos casos la religión no ha sido otra cosa, un bálsamo para las conciencias y carta libre para seguir actuando en beneficio propio con el estandarte de Dios, Alá, Jehová o cualquier otro nombre. Por otra parte la ética social amenaza con desmoronarse al no tener una referencia concreta en el horizonte. Esta forma de religion pagana pierde su fuerza en cuanto comienza a crearse su cimiento. Pero de todo esto hablaré más adelante porque no es tiempo de entrar en materia sin presentar debidamente los cuatro componentes de esta filosofía callejera. No puedo dejar de perderme en las continuas dudas que asoman por todos los lados de esta filosofía callejera que practico.
Parece que la ciencia ha desacralizado los motivos que tiene el hombre para vivir y ha planteado más opciones posibles a los códigos teológicos que afloraron con fuerza en la época de las catedrales y que hoy se eclipsan entre sus antiguos muros.
Muchos fueron los argumentos que sin maldad ni mala intención, y con toda la razón del mundo, atacaron los antiguos e inamovibles preceptos teológicos. La teoría de Darwing, la explicación de la constitución del universo, del sol, los planetas, la tierra y el origen de la vida, han dejado obsoleta la ficción metafórica del origen del Universo que postula la Biblia. Hoy día la ciencia es capaz de explicar la aparición de la química orgánica desde la inorgánica, hace unos 4.000 milllones de años. Puede estudiar el origen y funcionamiento del pensamiento y hacer de las emociones y de los sentimientos cuadros clínicos previsibles; es decir el pensamiento y el sentimiento no es resultado de la interacción de la luz divina sino el de ciertas conexiones entre células nerviosas. Los descubrimientos científicos y la filosofía reduccionista han sido los pilares básicos para poder explicar y entender esta sociedad sin Dios. La ciencia no necesita a Dios para explicar el universo ni para entender la existencia humana evolucionada desde la propia materia inerte en pasos encadenados y lógicos. Y por ello, porque ya no lo necesita, le parece supérfluo añadir al Universo algo que no es necesario.
El realismo que la ciencia sustenta es la lógica no demostrada de la inexistencia de Dios. Si no se puede demostrar la existencia de Dios tampoco se puede demostrar su inexistencia. A lo más que se puede llegar es a explicar el mundo sin su ayuda, que no es poco. Paradójicamente, el realismo encuentra la verdad de su afirmación en lo cotidiano, pero pierde la compostura cuando se le pide que busque un sentido al futuro. Por el contrario, el idealismo, que cree en algo más allá de lo que los sentidos pueden ofrecerle, se hace absurdo al enfrentarse ante la realidad cotidiana, y sin embargo el futuro tiene mejor explicación. Realismo e idealismo siempre han estado en colisión desde el origen del pensamiento del hombre. Entiendo que en estos tiempos que vivimos no pueden estar menos reñidos que antaño, porque el hombre sigue sin hallar las eternas respuestas, aunque parezca que el positivismo, pragmatismo, empirismo, racionalismo, formalismo, realismo, etc.., procesos filosóficos semejantes manifestados en distintas épocas, hayan ganado no sólo la batalla, sino también la guerra al idealismo.
Como ya he dicho, uno de los argumentos más fuertes para aceptar sin reservas el realismo es la convincente explicación que la ciencia aporta sobre los pasos lógicos que ha dado la evolución de la materia para lograr que la materia inerte se convierta primero en materia orgánica y más tarde en un ser vivo e inteligente. La materia inorgánica se ha hecho orgánica y después de numerosas fases de evolución vegetal y animal, ha llegado a la fase superior del ser humano. Ser que no sólo es materia viva: es materia viva pensante. Para llegar hasta este estado no se necesitaría imprescindiblemente la presencia de un Creador o Criador, según el criterio de la ciencia. El hecho de que no es necesario e incluso resulta inútil colocar un ser extraordinario para explicar el universo y la existencia del hombre en él, convierte el realismo visceral en la opción más creíble.
La primera de las revoluciones en la vida cósmica es el hecho de que la materia inorgánica se haya hecho orgánica, portadora del origen de la vida. Las teorías sobre el origen de la vida quizá estén todavía sin demostrar del todo, pero resultan muy, pero que muy convincentes. Apuntan a que la vida pudo surgir hace unos 4.000 millones de años bajo una condiciones específicas. En 1953 Stanley Miller, junto a su profesor Harold Urey, consigue en el laboratorio demostrar que de una sopa de gases (metano, amoníaco e hidrógeno) sometida a descargas eléctricas se podían obtener monómeros orgánicos básicos (aminoácidos). Estos serían los primeros ladrillos de la vida para formar las proteínas. Quedaba y queda pendiente el problema de la autorréplica. El ácido ribonucléico ADN es el responsable de la información genética que se utiliza para la síntesis de las proteínas. El ARN obtenido en estos experimentos es monocatenario mientras que el ADN, presente en las células, es bicatenario. Entre el ARN y el ADN sólo hay un paso, pero la réplica resulta un escollo para detallar la teoría definitivamente. En todo caso los virus contienen el ARN y para algunos científicos el virus ya es una forma de vida, aunque para su multiplicación necesiten interferir en las células vivas. Por sí solos, los virus no pueden multiplicarse.
Surgieron más teorías posteriores. La del hierro-sulfuro, que no necesita una energía exterior para obtener los aminoácidos, sino que se libera por reacciones de estos sulfuros metálicos. La teoría de la Burbuja, la teoría de la Arcilla, etc...Incluso hay una teoría totalmente diferente de éstas, responsabilizando del origen de la vida a la acción exterior de cometas y meteoros. Se ha descubierto en cometas restos de incrustaciones que se cree que están formadas con material orgánico complejo compuesto de carbono. Es una imagen poética, como si fueran espermatozoides fecundando el óvulo terrestre. En todo caso esto no invalida la teoría sino que multiplica las posibilidades de creaciones de mundos similares sin negar la evidencia del origen orgánico desde el inorgánico, aunque se hubiera dado fuera de este planeta.
En todo caso, si la ciencia no demuestra en su totalidad el poceso encadenado de la evolución desde la materia inerte a la orgánica, sí que lo muestra; se presiente una obvia relación encadenada en el proceso.
Ésta ha sido la primera gran revolución de la vida para entender la presencia del hombre en la tierra como el último eslabón de la cadena evolutiva. La segunda gran revolución es la del pensamiento. No podemos poner en duda la teoría darwiniana. Es muy evidente que el hombre desciende del mono. Tal vez sería más correcto decir asciende desde el mono, aunque uno no sabe qué pensar, si vamos para arriba o para abajo.
Ya se sabe que la inteligencia o capacidad intelectual no depende del tamaño del cerebro sino de su superficie. La evolución ha realizado precisos cambios en la fisiología del cerebro para conseguir más superficie sin aumentar el tamaño. Esto se consigue con los numerosos pliegues que tiene la corteza cerebral. El cerebro, como todos los organos en la evolución, se ha perfeccionado, pero en este caso implica un paso a una nueva fase, de similar importancia a la que tuvo el escalón desde lo inerte a lo orgánico. El cerebro se compone de dos hemisferios y hay una diferencia de competencias entre ellos que es exclusiva del ser humano. Hace unos cinco o seis millones de años el ser humano y el chimpancé se separaron, evolucionaron de manera distinta. Se cree que precisamente coincide con el cambio climático, que da lugar a la aparición de nuevas especies. Por supuesto esto no implica que dicho cambio climático sea el responsable de la inteligencia en el ser humano. Nos llevaría a la falacia lógica de que la correlación implica causa. Tampoco podríamos afirmar que dentro de cinco o seis millones de años el chimpancé de ahora tenga la inteligencia que tiene ahora el ser humano, haya o no haya un cambio climático, ya que será el mismo periodo de tiempo que necesitó la evolución de las especies para que del chimpancé de antes sea el hombre de ahora. Estaríamos diciendo que tarde o temprano los peces dejarían de ser peces para ser anfibios y estos evolucionarían en reptiles, etc.. La evolución animal obedece a presiones externas y a reacciones internas, que provocan el principio de adaptación. Sólo una pequeña parte de los peces fueron anfibios y una pequeña parte de los anfibios fueron reptiles, y de estos reptiles sólo algunos fueron aves o mamíferos, y todo esto en unas condiciones externas determinadas. Tal vez, vamos a hacer ciencia-ficción, sólo una pequeña parte del ser humano provocará otro ser superior al que es. En todo caso la evolución viene dada por fuerzas externas al individuo y sus propias fuerzas internas de adaptación al medio, al menos hasta la aparición de la inteligencia.
Hace muy poco se descubrió el gen HAR 1, que está presente en las aves y en los mamíferos. Desde hace 300 millones de años hasta ese cambio climático este gen había cambiado sólo 2 de sus 118 letras químicas, pero desde la separación con el chimpancé hace 5 millones de años hasta ahora, ha cambiado 18 de esas letras. Podemos pensar que los cambios producidos en dicho gen son los responsables del pensamiento humano. Podríamos pensar que por razones desconocidas esos genes mutaron y de esa mutación surgió el pensamiento. Lógicamente tiene que haber ocurrido el proceso contrario: los cambios continuos del ser humano han hecho alterar las letras del gen. Otra cosa sería una arbitrariedad caprichosa. Ahora un gen cambia porque sí y el inviduo es otro individuo. Tenemos conocimiento que ciertas exposiciones continuas a la radioactividad, por ejemplo, han producido deformaciones. Es decir, la alteración del gen produce alteraciones externas físicas y psíquicas del individuo. Hay enfermedades congénitas que están motivadas por la alteración de este gen heredado. Pero también debe proceder la acción contraria, que debe ser la más normal y la más frecuente: que las causas externas puedan alterar un gen poco a poco. Para ser más preciso me explicaré con un ejemplo. Se sabe que las jirafas provienen de otros hervívoros que en un periodo de dificultad para alimentarse se fueron adaptando al medio y su cuello creció poco a poco, de generación en generación. Es la principal ley de Darwin, la adaptación de las especies al medio. No es menos cierto que estos cambios se transmiten a las generaciones siguientes a través de los genes, que son las unidades básicas de la información hereditaria de los seres vivos. En las jirafas la información se habría modificado en el gen responsable de trasmitir dicha información a medida que se modificaba el cuello. No cabe otra posibilidad. La adaptación al medio no sólo cambió el cuello sino que también cambió el gen.
Un gen es una secuencia lineal en la molécula de ADN, que junto a un tipo especial de proteínas, conforman los cromosomas. Cada gen tiene un mensaje específico de transmisión hereditaria. El Har, del que hemos hecho mención hace poco, motiva la percepción, el comportamiento y la memoria. Una alteración fuerte en estas actividades a lo largo de los años provocará el consiguiente cambio en ese gen, igual igual que si fuera el cuello de la girafa el que cambiara. Si en trescientos millones de años sólo ha cambiado ese gen dos de sus letras (el tiempo de aves y mamíferos) y en los cinco últimos millones de años ha cambiado 18 letras es porque el hombre ha encontrado más mecanismos para desarrollar la percepción, el comportamiento y la memoria. A la vez que ha cambiado estas habilidades, ha alterado también el gen Har 1.
La facultad de la memoria, específica del ser humano, puede seguramente perturbarse si se deteriora el gen responsable. Pero es lógico creer que una de las claves de la evolución del animal en general y del ser humano en concreto es su tendencia a la perfección, entendiéndose como perfección la superación de una fase anterior por otra más completa que se supone mejor. Podríamos decir que el ser humano es más perfecto que el cocodrilo, por ejemplo, en términos absolutos en el universo de la creación. En esa evolución el gen responsable de la memoria ha tenido muchísima importancia. El hombre se especializará y evolucionará satisfactoriamente hacia la perfección y ésta se conseguirá desde el trabajo diario del individuo integrado en la especie en continua lucha por la adaptación al medio y a los problemas que éste plantea para el individuo y para la colectividad. La memoria va a ser una herramienmta fundamental ya que el pensamiento se refuerza en ella.
El asunto de la aparición del pensamiento es tan importante y tan complicado como el paso de lo inorgánico a lo orgánico, que ya hemos contemplado. Añadir una teoría personal fabulosa y fingida, basada en las que he en utilizado para la explicación del arte, no desentonará en el conjunto del problema, precisamente porque la aparición del pensamiento es un hecho. Poco importa cómo ha sucedido; lo que sí importa es que ha ocurrido. Esta teoría que me he inventado quiere explicar cómo el hombre es capaz de dominar o domar poco a poco el tiempo. Esta habilidad es lo que nos ha permitido memorizar, que es la base principal del todo pensamiento.

La memoria es la base de la inteligencia. Sin memoria no hay datos que manejar y alternar. El misterio de la memoria radica en la dificultad de fijación del pensamiento. Hoy día ya no es un proceso dificultoso, pero en un principio debió de serlo. La diferencia principal entre el hombre y el animal es que éste no tiene memoria o la tiene muy poco desarrollada. La memoria es la base de datos de toda inteligencia, la base de datos que mediante combinación razonable constituye el pensamiento. La mínima expresión de la memoria es el concepto y la mínima manifestación del pensamiento es la asociación y relación entre dos conceptos.
El pensamiento es tiempo, es algo que sucede y se va. La memoria tiene la función de transcribir ese proceso, concepto o acto efímero en algo solidificado. Tiene que transcribirlo a la escena del espacio. El tiempo es inasible para el ser humano. El espacio sí lo comprende y lo domina. El milagro de la memoria sucede con la dominación del ser humano del tiempo en el espacio. Tiene que solidificar el pensamiento (que es tiempo) en el espacio, que es una referencia fija.
Ya en la explicación de una de mis obras de esta web he hablado sobre el espacio y el tiempo y mencioné que un reloj no es otra cosa que dos series de repetición similares, pero una está en el espacio y otra en el tiempo. La esfera graduada en 12 porciones iguales forma la serie espacial; la aguja con movimientos uniformes, calcados por encima de la esfera, es la serie de repetición temporal. Leer la serie espacial es traducir la serie temporal al espacio, puesto que son similares. De esa manera podemos transcribir la sensación de tiempo, que nos es muy difícil de expresar, a la sensación de espacio, que la entendemos y dominamos mejor. Una hora, ese periodo concreto de tiempo, si es que el tiempo se puede concretar, es la trascripción al espacio de esa aguja en movimiento sobre la esfera del reloj marcada en doce porciones. Esa hora es un simulacro del tiempo ejecutado en el espacio. Es una aparición, un fantasma, pero nos es dado reconocer su forma.
El ser humano en su continua evolución domina cada vez más el espacio y además puede equipararlo o compararlo con el tiempo mediante denominadores comunes como son las series de repetición. Esto hace que también domestique el tiempo, que lo fije, que lo utilice y se sirva de él. El pensamiento no deja de ser tiempo. Por eso, con la dominación del tiempo se empezó a dominar la memoria y de este dominio surgió el pensamiento. La memoria es pensamiento solidificado, es movimiento aletargado.
Medir es comparar. El lenguaje es la más extraña forma de medida en la que se comparan conceptos. La hora es una medida de tiempo de la misma manera que una frase mide un suceso, un acto, un hecho. La interacción entre lo espacial y lo temporal mediante signos que pudieron compartir ha provocado el milagro de medir el tiempo y el pensamiento, la esencia misma del tiempo. Antes de la aparición del lenguaje oral sin duda se tuvo que dar el lenguaje escrito, el lenguaje de signos gráficos, de la misma manera que para inventar el reloj tuvimos antes que dominar bien el espacio.
Se podría inferir equivocadamente que cuanta más memoria tenga un individuo más inteligente será. Pero la inteligencia y el pensamiento no es sólo un almacenamiento de datos . Importa de igual manera la forma e intensidad en que el individuo maneja esos datos. La asociación de ideas, la comparación, que es una manera de medir, como ya he dicho, la metáfora, que es la comparación hecha exageración porque no es como algo sino que es ello mismo, son la base mínima de la relación entre conceptos. Esta asociación de ideas puede darse con mayor potencialidad en unos individuos que en otros por la misma razón que unos individuos memorizan más que otros. A veces ocurre que incluso por la deficiente memorización ocurre una riqueza de asociación de ideas, como pude comprobar una vez con mi padre. Es sus últimos años de vida padeció alzheimer. Un día quiso hacerme entender que la camisa que le habíamos comprado le quedaba grande de mangas. Esta camisa me vale ...., me dijo. No le salía la palabra larga. Al final, después de mucho esfuerzo de hurgar en su memoria me dijo: ¡esta camisa me vale lejos! Le entendí inmediatamente. Había conseguido una sufrida asociación de ideas gracias a la debilidad de la memoria.
Ni que decir tiene que no estoy dicendo que una mala memoria potencia la asociación de ideas. Todo lo contario. Mi padre llegó a esa asociación de ideas por ese hábito de correspondencias que habría cultivado en vida y que por lo visto no le falló en su última edad cuando sí lo hizo la memoria. Cuanto más memoria se posea y mejor se combinen los datos, más inteligente será el individuo. Ahora bien, podríamos seguir haciendo distinciones entre inteligencia y sabiduría, o entre las distintas inteligencias que se pueden dar tan diferentes, como la de Einstein, Freud, Mozart, Marx, Borges, Swedenborg, Da Vinci, y tantos otros tan peculiares y diferentes. En fin, nos alejaríamos del tema a tratar.
También podríamos señalar que los animales tienen memoria y asociación de ideas. Los experimentos de Paulov adiestrando perros que llegaron a asociar la luz verde con el placer y la roja con el dolor, los experimentos más actuales con ratas, etc.. son ejemplos de asociación de ideas. La memoria biológica es el resultado del poder de memorización y de combinación de datos de los animales.
Así que la memoria es algo que hemos heredado de nuestra condición animal: El hecho de desarrollarla sobremanera, de desarrollar el cerebro como un músculo más, pudo deberse a la necesidad, a la búsqueda y a la casualidad de encontrar el camino, de la misma manera que la jirafa encontró la manera de llegar a las hojas más altas alargando su cuello.
El arte y el lenguaje, sea oral o escrito, son los mecanismos que utilizó el hombre primario para detener el tiempo en el espacio, para memorizar. Chesterton afirmo que el lenguaje no es un hecho científico sino artístico; lo inventaron guerreros y cazadores y es muy anterior a la ciencia. Borges atribuye a la palabra en el inicio del lenguaje un carácter mágico. La palabra, que es lenguaje, y ambos música por su sonoridad y su ritmo, tiene carácter mágico, que es una condición añadida a la música. Lo mismo podemos decir del lenguaje escrito, que en su primera manifestación no debieron ser signos abstractos, sino figurativos, lo más figurativo posibles que pudieran lograr. El arte es expresión, es comunicación, dijo Oeiza. No sólo es comunicación, sino que además conserva la naturaleza mágica de su origen, porque en su origen la palabra escrita tuvo carácter ritual y carácter mágico, como dijo Borges. Y fue dibujo y fue arte, como afirmó Chesterton. La palabra en sus inicios fue expresión, fue comunicación, fue arte y religión, todo a la vez.
En el principio, un sonido gutural, una onomatopeya describiría el objeto, el animal o la acción. Para un niño un gato no es un gato; un gato es miau. Para el hombre primitivo, el niño de la humanidad, un caballo no era desde luego la palabra caballo; seguramente caballo sería ¡hiiiiiiiiiii! es decir su relincho. Cuando la luz del fuego, las sombras y los abultamientos de las rocas en las cuevas y la asociación de ideas del artista lograron sacar una figura aproximada al caballo, la destreza e imaginación del arte apareció y se hizo magia y comunicación y también proceso ritual y solemne. Y el hombre primitivo contorneó la figura y configuró la primera palabra escrita. Ese dibujo también sería la palabra-relincho hiiiiiii el propio caballo, y quien hubiera hecho ese prodigio sería el mago, el hechicero, el comunicador, el hombre que posee el don, el artista. Todo debió de ser magia en los primeros tiempos: la dominación del fuego, sin ninguna duda lo fue; la dominación del tiempo, también, es decir la escritura, es decir el arte y posiblemente también la religión.
Tengo en algún sitio escrito que, aunque no sé inglés, me impresionó conocer por qué en los cómic, se ponía bang, bang, cuando se dibujaba a un hombre disparando. Yo pensaba que era la reproducción que emite una pistola al disparar. Realmente lo es, pero también significa disparo, disparo. Lo mismo pasaba con las palabras crack, wind, snuff, etc...Considero que el inglés es un idioma muy onomatopéyico, aunque desde luego no soy ninguna autoridad en lenguas y mucho menos en lenguas extranjeras. ¡Qué extraño un cómic donde ponga, disparo, disparo, o romper, o olfatear. Creo que el carácter onomatopéyico es el origen de todo idioma primario, por su simbología y su brevedad. La humanidad en su niñez se expresó en lo colectivo como ahora mismo un niño en lo particular. No fue por casualidad que los primeras palabras de los primeros lenguajes de las civilizaciones antiguas fueran silábicas. Es algo obvio y comprensible.
Pienso que el primer lenguaje con el que el hombre se comunicó fue con onomatopeyas, como ya he dicho, y quizá también ruidos de golpes, madera sobre madera o piedras sobre piedras, para avisar de peligros o de caza. En ese caso el tiempo no es dominado todavía. El concepto no se describe en el espacio, sino en el tiempo. Pero utiliza las vibraciones para su descripción. De esa manera el pensamiento intangible se hace más físico, se hace movimiento real, pero todavía no está domado, no está solidificado. El lenguaje cuando cobra relevancia, cuando pasa a dominar al tiempo, es cuando se fija físicamente al espacio, cuando se hace dibujo, sea figurativo o abstracto. La música pudo ser en el principio una manera práctica de lenguaje. Pero tuvo sin duda el inconveniente de que no se puede fijar tan bien como los signos.
Los primeros lenguajes escritos, digamos oficiales, fueron figurativos; eran dibujos esquematizados, lo que se ha llamado pictogramas. Estos pictogramas debieron de ser monosilábicos en su correspondencia con el lenguaje sonoro. Fueron las bases de las sílabas. La unión de dos pictogramas debió de dar la primera palabra bisilábica, según se desprende de la escritura jeroglífica. Y ahí se produjo otra vez el milagro de lo mágico. Juntar dos sílabas o dos pictogramas no es un mero acto de adición, sino todo un arte, toda una magia. Supone la asociación entre dos palabras mediante un vínculo común. No es sorprendente esa facultad de asociación en el hombre primitivo si sabemos por Paulov que ya los perros son capaces de asociar. La asociación también es el origen y la esencia de la futura metáfora. La metáfora, la herramienta principal del arte. La asociación entre dos palabras es una manera de comparar y comparar es una forma de medir, como ya he dicho anteriormente. Cuando podemos medir algo lo dominamos, ya esté en el espacio o en el tiempo. Medir es comparar y también una forma de fijar las cosas y los conceptos en la memoria, sea memoria espacial o temporal. En la evolución del arte escrito los pictogramas se esquematizaron hasta convertirse en símbolos primero y en signos abstractos después. Estos signos escritos son la herramienta de la memoria espacial y potenciaron y ejercitaron la posterior memoria temporal.
El lenguaje de egipto, un poco más tardío que el sumerio, aunque en las cifras de tiempo que se manejan es a todas luces su contemporáneo, fue de composición similar. Primero aparecen los pictogramas, semejantes a los ideogramas chinos y japoneses (evidencia de que todos los lenguajes comienzan practicamente igual), que representaban mediante signos figurativos la idea que se quería comunicar. Tuvo tres tipos de lenguaje: el jeroglifico, el más antiguo y complejo; el hierático, que procede del anterior y se creó para escribir rápido, simplificando los jeroglíficos; el demótico, que ocupa la última etapa del lenguaje egipcio y que será sustituido después por el lenguaje griego.
Es evidente que en toda evolución de los lenguajes éstos parten de lo figurativo a lo abstracto, de lo complejo a lo simplificado y de lo lento a lo rápido. Con una escritura rápida, sencilla y versátil es posible describir todo tipo de conceptos e incluso inventarlos. El alfabeto griego es el primer ejemplo de manifestación de escritura de este tipo.
La lengua griega procede de la lengua indoeuropea, aparecida 3400 años a.d.c., practicamente a la vez que la sumeria y la egipcia. No debe ser casual. El alfabeto griego no es figurativo, por supuesto, ni silábico, porque ya estaba muy evolucionado. Está descompuesto en letras, cuya agrupación componen las sílabas y las palabras, que son un calco, una tautología de los conceptos. El alfabeto griego fue adaptado por los etruscos y de ellos pasó a los latinos y se convirtió en el sistema de escritura más universal.

Tenemos la evolución del hombre primitivo y la evolución a la par de su lenguaje. El lenguaje escribe el tiempo en el espacio, solidifica el pensamiento y da pie a la memoria escrita. Esta memoria escrita va a ser también un recurso y un apoyo para ejercitar y desarrollar la memoria biológica como un músculo más, que sería muy difícil de entrenar sin referencias estables, sin fijarla a algo. Con la aparición del pensamiento solidificado, es decir de la memoria, y del ejercicio constante a que se ve sometido ese pensamiento, que no cesa, tendrán lugar una mayor cantidad de conexiones neuronales. Se desarrollará no sólo la memoria, que son caminos fijados para toda la vida entre las sinapsis de las neuronas, sino el propio pensamiento, que es el conjunto y combinación de estas sinapsis, de la combinación adecuada de los elementos que se guardan en la memoria y de los nuevos caminos que se establecen entre estos elementos memorizados. Es decir, los pensamientos son caminos de nuevas conexiones entre neuronas, que si se frecuentan con asiduidad se convierten en sendas fijas para la memoria.
Retomando el tema inicial, si el gen Hart 1 ha cambiado tantas letras en los últimos tiempos es natural y se justifica por el continuo ejercicio mental que ha desarrollado el ser humano gracias a la fijación del lenguaje, gracias a la memoria.
He querido mostrar esta invención sobre la fijación de la memoria y establecer una conexión evolutiva sobre nuestros predecesores los simios. Pero ha sido más un intento de mostrar una supuesta teoría que la de demostrar la cadena evolutiva, porque eso ya está sobradamente demostrado y reconocido. Se han comparado los tamaños y formas de los cráneos del hombre de Neandertal y de Cromagnón con los de los simios. Se ha mostrado la evolución del sistema pulmonar, del circulatorio, etc... paso a paso entre las distintas especies animales. Se ha entendido la evolución de variantes de unas familias a otras de la misma especie en función de su adaptación al medio. No queda ni una sola duda de que el ser humano es el último eslabón de la cadena de la evolución animal, que a su vez ha seguido la cadena de la evolución vegetal y mineral, hasta el punto de demostrar que la materia inerte se ha convertido en materia orgánica mediante procesos de reacciones químicas.
No hay la más mínima fisura en la continuidad de la evolución en la cadena de la vida. Con estas certezas científicas es difícil aceptar o justificar la presencia de Dios en la intervención de la realización o creación del ser humano; al menos resulta inútil dicha presencia.

Estos relatos acaso hayan podido explicar toscamente la continuidad del ser humano desde la materia elemental hasta la complejidad actual sin que para ello haya sido necesaria la intervención de la mano de Dios. Posiblemente sea esta explicación de encadenamiento histórico que nos manifiesta la ciencia la que ha causado en el hombre de hoy día la creencia de la inexistencia de Dios porque no necesita su existencia para explicar el origen del mundo y la del ser humano. No hay necesidad ni lugar para colocar a Dios entre ninguno de los eslabones encadenados que nos narra la historia universal del hombre, la historia universal de la creación. El realismo es muy creíble y muy lógico de la mano de la ciencia.

Continuaré...Es una torpe y humilde amenaza



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