La gente mira codiciosa un castillo que custodian muchos guerreros; en la puerta hay un guardián con un libro para escribir el nombre de aquel que sea digno de entrar. Un hombre intrépido se allega a ese guardián y le dice:
"Anote mi nombre, señor". Luego saca la espada y se arroja sobre los guerreros.
Leído en las Obras Completas de Jorge Luis Borges. |