He decidido colocar fechas para que el lector tenga una referencia de cuándo ha sido añadida materia y también para que pueda controlar hasta dónde ha leído. Debo aclarar una vez más que los textos son intemporales, de manera que aunque alguien vea una fecha caducada, le advierto que puede leer el texto con interés porque no suelo hablar de cosas concretas, de casos específicos, sino de tendencias generales.
(3 de Marzo del 2008)

Siempre he pensado que para entender el problema de las crisis capitalistas lo mejor es leer El Capital, el más famoso libro de Marx. En él se entiende cómo los diferentes ciclos del sistema capitalista acababan en un callejón sin salida, que se manifestaba en un cuello de botella dinerario y una sobreproducción de mercancías que el mercado no podía absorber por falta de crédito en aquel entonces antiguo sistema monetario. Para entender por qué no se dan ahora esos ciclos, o si se dan no lo hacen con la virulencia que Marx predijo, hay que fijarse en los sucesivos cambios que se han producido en el Sistema Monetario Internacional, precisamente a consecuencia de aquellas temidas crisis. Esta adulteración del sistema monetario se debe sobre todo al intento de suprimir aquellas crisis catastróficas pero sin poner remedio sincero al origen del mal, que es la propia naturaleza egoísta del capitalismo, personificado en lo que Marx llamó plusvalor. El plusvalor es la piedra Rosseta para poder interpretar correctamente la esencia del capitalismo. Entendiendo el mecanismo simple de aquél se entiende la naturaleza compleja de éste, sus ciclos y sus crisis. Que las crisis no se manifiesten hoy día con la vehemencia que pronosticó Marx no quiere decir que no existan.
Lord Keynes enunció más tarde, con muchos menos detalles que Marx, de nuevo la teoría económica de su tiempo. Sostuvo que Marx no había aportado nada nuevo a la teoría capitalista cuando en realidad fue al revés. Lord Keynes tan sólo contribuyó con una cosa novedosa a la teoría de la economía que a la larga puede resultar calamitosa si provoca lo que se ha dado en llamar huida hacia delante. Afirmó en su libro más famoso )"Teoría general del empleo, interés y dinero") que El Estado debía tomar las riendas en las fases críticas e iniciar obras públicas u otras actividades semejantes en esos periodos de crisis para que no cayera la ocupación ni el consumo y se mantuviera la crisis a raya. Podía actuar directamente o indirectamente, mediante medidas fiscales y monetarias, sacando por ejemplo masa monetaria al mercado para reactivarlo. De manera que más tarde la intervención del Estado en la economía del libre cambio con la regulación del tipo de interés (es decir lo que supuestamente es el punto de encuentro entre la oferta y la demanda dineraria) y otras medidas económicas se convirtió en el grifo de maniobra para dar o quitar liquidez, en un regulador para las crisis, en un mecanismo para aparentemente eludir las crisis.
En realidad esta práctica de intervención artificial en los mercados sólo fue posible gracias a un sistema monetario internacional adulterado. Más correcto sería tal vez decir que precisamente fue esa práctica reiterada la que obligó a escoger un sistema monetario internacional fraudulento que duplicaba o triplicaba el stock por encima de referencia real y de la cordura. Lo que sucedió en la práctica es que una vez inyectada, por ejemplo, masa monetaria en el sistema de circulación ya no podía sacarse de él si no se quería provocar de nuevo una crisis. Podía sacarse del mercado individual del país, pero no del mercado mundial porque nadie guarda el dinero debajo del colchón, ni siquiera los gobiernos. Se estaba inventando dinero continuamente y se sigue haciendo, como lo demostró Jaques Rueff y que quedará manifestado en el texto siguiente.

Antes quiero hacer brevemente una sinopsis sobre las distintas evoluciones del sistema monetario internacional, que contribuya a crear una visión global de este patrón que rige nuestras economías. En principio eran los metales preciosos, el oro y la plata, los parámetros de referencia en los que se reflejaba la riqueza. Toda mercancía y toda riqueza de una nación estaban referidas al oro y a la plata. Fue lo que se llamó Patrón cambio-oro. Durante este Patrón cambio-oro hay tres fases diferenciadas: en la primera es el oro el astro sobre el que giran todas las demás monedas; en la segunda es la libra, sustituyendo al oro, la que ejerce ese protagonismo principal; en la tercera fase es el dólar el que desbanca definitivamente a la libra. El segundo patrón del sistema monetario es el que se implantó después de la segunda guerra mundial. Se le llamó Patrón Cambio-dolar. Con este patrón el dólar era la referencia máxima del sistema monetario, pero siendo siempre convertible en oro. Sucedió que tarde o temprano esa convertibilidad iba a ser imposible, como señaló Jaques Rueff, por la duplicación mundial del flujo monetario y por la devaluación artificial del oro que durante muchos años se mantuvo al mismo valor. En 1971 sucedio lo inevitable y el dólar dejó de ser convertible. Para solucionar la crisis se tomó la estrategia de permitir que las más importantes monedas internacionales flotaran en el mercado. Esta práctica arregló algunos problemas pero añadió otros mayores, como el de la inflacción en las monedas periféricas.
La aparición del Euro a primeros de siglo, surgido para componer estabilidad en la zona Euro, ha vuelto a suponer un nuevo desequilibrio en el mercado internacional y el que más se resiente de ello es el dólar que ya se ha devaluado un 50% con respecto a la moneda europea. Además han surgido con fuerza hacia el mercado internacional economías de países grandes y fuertes, como es el caso de China.
Quiero recordar, sin querer ser agorero, que durante estos nuevos equilibrios entre monedas a lo largo de la historia de la evolución del patrón monetario internacional, dos grandes guerras han tenido lugar. Nunca he considerado las guerras, y menos las actuales, ni como un ajuste de cuentas, ni como una redención del honor, ni como una guerra de Troya. Su pretexto casi siempre o siempre es eminentemente económico. Todo el mundo intuye que ya en el siglo XV la colonización del nuevo mundo americano en nombre de Dios y de la civilización no fue más que una excusa para apropiarse de las riquezas de aquel nuevo mundo. Al menos los antiguos Vándalos, Alanos, Vikings, etc... eran más sinceros o no necesitaban disimular. Hoy día nuestro dios individual es la Democracia. En nombre de Ella y de los Derechos Humanos se destruye cualquier cosa, incluso las vidas. La última guerra en Irak nos ha abierto los ojos a mucha gente, que por cierto ya los teníamos abiertos. Ahora, es verdad, los tenemos como platos.
El móvil de las guerras siempre tiene un fondo económico. El telón de fondo puede ser motivado por dos motivos diferentes: uno para solucionar fuera de casa los conflictos internos. Lo hizo Sadam Hussein en la invasión a Kuwait, por ejemplo, según los analistas. El otro para consolidar su poder económico y abrir nuevos campos de intercambio económico porque el mercado actual está colapsado. Creo que en la última guerra sobre Irak sucedieron ambos motivos, dado la caída en picado de la economía actual americana, quizá ya vislumbrada años antes por los analistas.
Sería esperanzador que Obama accediera a la presidencia de EE.UU. A mí me trae recuerdos de John Fizerald Kenedy y de Luter King. Esta equidistante de ambos. EE.UU tiene una maldición con el magnicidio. Parece que se hubiera aficionado. Será que lo aprenden en sus escuelas en carne propia, con tanta arma descontrolada. Espero que no corra la misma mala suerte y sepa tanto defender al pueblo americano como defenderse de él. Que la historia no se repita, que Caín no mate otra vez a Abel en este eterno retorno.

En todo caso aquí y ahora voy a exponer el tema sobre la duplicación del sistema monetario internacional a lo largo de su historia. Un asunto realmente grave.
Como abarco demasiados frentes en esta web, poco aprieto. He entendido que esta sección está atrasada, con la gran importancia que tiene. Como no llego a todo, he querido colocar un extracto de mi libro El Espacio y el Tiempo en el arte. Es un extracto de la explicación de una de mis obras titulada El Original Pecado Capitalista. Hay que decir que el comentario lo escribí hacia el 2001 pero creo que no resulta anacrónico. En él se entiende con claridad (eso espero) cómo se duplicaba el sistema monetario internacional con el nuevo sistema Patrón Cambio-dólar. Es lo que Jacques Rueff llamó "El pecado monetario de Occidente", título del libro en el que denunció una práctica monetaria fraudulenta y peligrosa ejercida precisamente por todos los países ricos del planeta. Prácticamente es volver a enunciar de manera resumida aquel libro.

 

............La lectura del tema que a continuación voy a abordar es la más  pesada y aburrida de las explicaciones escritas de esta exposición, como pesada y aburrida es la economía y la política; pero no por ello debe de ser desdeñada. Todo el mundo sabe  la importancia de la política y de la economía en el mundo actual y en el ser humano. Relegadas la religión y la filosofía a un segundo plano en la civilización de hoy, la economía y la política se han erigido en el fundamento y preocupación de la humanidad. En todo caso, siempre pueden saltárselo e iniciar su lectura en cualquier parte del libro  en el que se relatan los temas sobre estética ya reseñados.
 Hay que señalar en primer lugar la relevancia del  autor del libro “El pecado monetario de Occidente”, Jacques Rueff, para entender la importancia de su mensaje. Durante toda su vida ocupó cargos relacionados con la actividad financiera del gobierno francés. En sus primeros años se le encomendó el cargo de agregado financiero de la embajada de Francia en Londres. Allí entendió y vio con sus propios ojos el motivo principal de la crisis que causó el crack del 29. Más tarde ocupó otros cargos similares, y llegó a ser subgobernador del banco de Francia, al que siguieron más cargos relevantes, y fue el principal inspirador de la política monetaria, llevada a cabo por el general De Gaulle. Éste mantuvo un pulso férreo con Estados Unidos, la cabeza económica mundial, por discrepancias a la hora de entender esa política monetaria internacional, sobre todo la relación artificial del precio del oro con respecto al dólar, que estaba mucho más bajo que lo que le correspondía en circunstancias normales o naturales.. De Gaulle dimitió a raíz del revés económico operado a finales de los 60 en los que tuvo mucho que ver  la revolución de mayo del 68, en pleno pulso del doble mercado de cambios (para el dólar y para el oro). Hubo tantas cosas oscuras en el final de la década de los 60 como las que pueda haber hoy día, pero la muerte de Kennedy, los atentados de De Gaulle y la revolución del 68, que algunos dijeron ser instigada, pudieron tener un denominador común.
 Pero lo que a nosotros nos demora es algo real, algo claro, algo que sí sucedió, algo que mencionó Jacques Rueff y que sin más dilación, paso a describirlo.
Lo que denunció Rueff fue el acuerdo aceptado en Bretton Woods en 1944. Este acuerdo no era otra cosa que el cambio operado en el sistema monetario internacional imperante hasta entonces. Lo que se hizo en Bretton Woods fue desestimar el oro como parámetro común para medir la riqueza en el mundo, sustituyendo el preciado metal por una medida de ficción, el dólar, que funcionaba como moneda real de cambio. Al sistema en el que el oro funcionaba como intercambio monetario en la complementaria tarea del intercambio comercial, se le había llamado sistema Patrón Oro. Al nuevo sistema, donde los pagos se efectuaban en dólares, que eran convertibles en oro al menos de momento, se le llamó sistema Patrón  Cambio-Oro. El banco central de Fort Knox, en Estados Unidos, era el encargado de emitir la nueva moneda, es decir dólares, contra el oro allí depositado. En realidad ese encargo le erigía en el equivalente de un gran banco mundial.
Los inclinados a ese acuerdo alegaban que en todo caso el dólar siempre tenía su equivalencia con el oro, por lo que en última instancia nada cambiaba en el sistema, porque siempre el dólar podía ser canjeado por oro. Aducían en su favor que la transferencia de oro de un país a otro cuando una balanza de pagos era desfavorable suponía un cargo añadido, un costo que de esta manera se ahorraban y, sobre todo, alegaban que ya no se producirían las graves crisis como consecuencia de las estrecheces de cuello de botella que se solían dar en el mercado económico internacional con el Patrón Oro. Por otra parte, la escasez de oro, cada vez más evidente porque los costos de su extracción aumentaban para sacarlo, inclinaba a los indecisos por esta nueva fórmula de cambio internacional.
Es cierto que ya no se producían esas incómodas y dañinas crisis, al menos  aparentemente, porque se  alejaban hacia el futuro, en la llamada “huida hacia delante”. El resultado de este nuevo patrón internacional fue y es alarmante.
Lo que ocurría con este nuevo sistema es que se estaba duplicando el stock monetario a escala mundial. Esto se originaba porque el valor de las mercancías venía señalado como referencia al dólar, ya que éste había sustituido al oro en el nuevo patrón. Y aunque el dólar era canjeable o intercambiable por oro en primera instancia, a lo largo del tiempo se descubre la certeza de que ese nuevo sistema se está convirtiendo en  una trampa-estafa y sucederá que esa referencia entre el oro y el dólar ya no será  más que ficticia.
 Comenzó a originarse de la siguiente manera: Los países europeos, dependientes del dólar en sus intercambios comerciales con el nuevo patrón Cambio-Oro, sufrían un efecto inflacionista como consecuencia del escape de los capitales americanos hacia este continente, que buscaban una mayor rentabilidad para su dinero. Por otra parte, el dinero en forma de dólares, aquí ocioso en las arcas del Estado, volaba hacia los mercados estadounidenses, colocándose en estos mercados a corto plazo. Esta limitación de tiempo era una medida de seguridad por si era necesario requerirlo en un momento de crisis por estrechez monetaria en los países europeos. Es decir, de Estados Unidos  hacia Europa el capital se colocaba a largo plazo y de Europa hacia Estados Unidos el capital viajaba para colocarse a corto plazo. El tipo de interés en Estados unidos siempre estaba más bajo que en los países satélites. Es obvio, si el tipo de interés estuviese más alto en este país los capitales no emigrarían hacia Europa en busca de mayor beneficio. Y si los capitales europeos no regresaran otra vez hacia EE. UU, el tipo de interés en el país americano tendería a subir por la tensión entre la oferta y la demanda monetaria, ya que se habría reducido la oferta en ese país como consecuencia de la fuga de capitales a Europa. De manera que el motivo de que EE. UU. no se viera obligado a subir los tipos de interés se debía al retorno de los dólares  hacia EE. UU. y la situación inflacionista que se generaba en los países europeos se debía al capital americano que inundaba Europa. Era la pescadilla que se mordía la cola. Los capitales americanos venían a Europa y otra vez desde aquí volaban a EE. UU., sin dejar de ser utilizados en este continente, actuando el mismo capital en dos sitios al mismo tiempo.
Lo que estaba sucediendo es que se estaba duplicando el stock monetario que respalda o es el equivalente de la economía mundial. La misma moneda valía para ser contabilizada por el país receptor de esa divisa, por ser incluidas las divisas como parte de las reservas del banco central de ese gobierno y poder ser emitida contra ella moneda para la circulación interior de ese país, y a la vez mantenía la economía y la fluidez de capital en el país de origen, donde era colocada de nuevo a corto plazo.
...”De esta forma, los bancos de Emisión de los países europeos que en la posguerra recibían de ultramar grandes cantidades de libras esterlinas y dólares, en vez de exigir su contravalor en oro, como hubieran tenido que hacer, por lo menos en parte, bajo el régimen del Patrón Oro, dejaban estas libras y estos dólares en depósito en sus plazas de origen donde eran cedidas en forma de créditos a acreedores nacionales”. (El pecado monetario de Occidente)
Antes, la totalidad mundial de las mercancías tenía que corresponderse con la totalidad mundial del oro, o lo que es lo mismo, con las monedas existentes, que no son otra cosa que una sustitución equivalente de ese oro. La relación entre la cantidad de mercancías y la cantidad de oro o monedas que sustituyen a éste, es el precio. El precio  no era otra cosa que la cantidad de oro medida en peso, de ahí el nombre de algunas monedas (peso, peseta, libra, etc...). Cuando esa relación cambiaba, cambiaba el precio. Cuando el precio del producto subía, quería decir que su equivalencia con el oro había cambiado y que ese producto se correspondía con más gramos de oro. Cuando bajaba, quería decir que la misma cantidad de oro había que repartirla entre más mercancías de manera que tocaba a menos oro, o que menos cantidad de oro había que repartirlo contra las mismas mercancías. (por ejemplo, porque se ha hundido un barco cargado de oro o se ha drenado oro para pagar deudas al país acreedor). El equilibrio se creaba mediante la oferta y la demanda, de manera automática. Es obvio que un país no se dedicaba a contar todas las mercancías que tenía y hacía una referencia con  todo el oro que poseía. La oferta y la demanda se encargaban de ello. Ahora, la relación entre el oro y las mercancías no es exactamente así, aunque entre el precio y la mercancía haya una relación similar, ya que este nuevo sistema monetario internacional surge y está basado en el anterior.
En realidad las mercancías se duplicaban y el oro costaba más extraerlo, por lo que la tendencia general de los precios en el mercado mundial con el antiguo sistema patrón Oro debería ser la de caer (con la misma cantidad de otro se podrían comprar más mercancías si el oro se encarecía, luego los precios tendían a caer por evolución natural), y fue una de las razones más importantes que se alegó en Bretón Woods para la implantación de este nuevo sistema. Con este nuevo patrón Cambio-Oro sucedía lo contrario, los precios tendían a crecer. Así que aunque sostenían que el nuevo sistema era una variación del antiguo, pero en lo fundamental semejante por ser canjeable el dólar por oro, en realidad según los resultados fue muy distinto, totalmente diferente, ya que los precios no caían, sino que crecían.
 Una misma moneda estaba en dos sitios a la vez, contabilizada en Europa y utilizada en EE. UU., de manera que se estaba duplicando el stock monetario, y por consiguiente se producía la tendencia  inflacionista en los países receptores de estas divisas por un aumento real del poder adquisitivo por la duplicación de stock monetario internacional; además, una consecuencia directa era el desequilibrio de la balanza de pagos en el país del cual procedían las divisas.
.......“Bajo el régimen de Patrón de Cambio-Oro, cada vez que se produce un déficit en la balanza de pagos de EE. UU. o de Inglaterra y los Bancos de Emisión de los países acreedores devuelven las divisas convertibles a sus plazas de origen, se produce en el mundo una duplicación de las bases de crédito”. (Jaques Rueff. El pecado monetario de Occidente)
 Lo que ocurría en el país emisor era justo lo contrario de la inflación. EE.UU. era un país con su balanza de pagos deficitaria. Su balanza total era deficitaria precisamente por esa fuga de capitales que buscaban el viejo continente para una mayor rentabilidad de su dinero, ya que el tipo de interés estaba aquí más alto. Los mismos dólares enviados a Europa eran utilizados de nuevo al ser devueltos al mercado americano a corto plazo, de manera que podía mantener una posición de crisis técnica sin que aflorase esa crisis. A su vez, los países que recibían la fuga de capitales que venían de EE. UU., se veían obligados a la larga a devaluar, dada la tendencia inflacionista, si querían encontrar su equilibrio económico. La devaluación, a corto plazo, era beneficiosa porque permitía bajar los tipos de interés, aumentaban las exportaciones y disminuían las importaciones. Pero a largo plazo era perjudicial.
Si por los motivos que fueran, varios países estaban en la necesidad imperiosa de retirar sus divisas del mercado americano a corto plazo, este hecho suponía una grave crisis americana, ya que de repente se retiraba de la circulación mucho capital activo en ese país, pero también significaba una grave crisis mundial por ser el dólar la moneda patrón, y esto hacía que se tomaran medidas menos rígidas, y que no se demandaran esos capitales. Las presiones internacionales y el papel protagonizado por EE.UU. después de la segunda guerra mundial con ayudas económicas para recomponer la maltratada  Europa, desaconsejaban reclamar estos capitales y se tomaban medidas alternativas.  Por ejemplo, se fue aumentando la franja en la que podían fluctuar las monedas, flexibilizando el sistema monetario, haciéndolo más capaz, pero también más inestable y sobre todo, más injusto, en especial con los países del tercer mundo, porque entre otras cosas eso fue Bretton Woods, una estafa mundial de los países más ricos a los países más pobres.
“Si los extranjeros poseedores de activos en dólares pidieran su pago en oro, podrían provocar un verdadero hundimiento de la estructura del crédito en los Estados Unidos.
Seguramente no lo pedirán, pero el simple hecho de que tengan el derecho de hacerlo obliga a recordar que el derrumbamiento del castillo de naipes construido sobre el Patrón de Cambio-Oro en Europa transformó la depresión de 1929 en la Gran Depresión”. (Jaques Rueff. El pecado monetario de Occidente)
Con el antiguo sistema Patrón Oro los dólares y los francos, si hablamos por ejemplo de Francia, serían intercambiados entre sí por las autoridades monetarias. Pero el exceso de dólares absorbido por el mercado francés tendría que ir de nuevo a EE.UU. y ser canjeado por oro. La salida de oro de EE. UU. obligaría a reajustar el tipo de interés en ese país ya que el  drenaje de oro provocaría una disminución en la masa monetaria de circulación interior. Con el nuevo sistema Patrón Cambio-Oro, los dólares regresaban a EE. UU. pero no era drenado oro en su lugar. Se anotaban en los libros de cuentas como una deuda, por eso la balanza de pagos americana era siempre deficitaria y su tipo de interés siempre bajo. En Francia sucedía la situación contraria. La inundación de capital americano provocaba un exceso de inflación que obligaba a las autoridades francesas a subir el tipo de interés y a retirar moneda del mercado francés para controlar los precios. Este exceso de moneda (los dólares que llegaban a Europa) era recolocado en el mercado americano.
A este círculo vicioso del recorrido de los capitales, Rueff lo denomina “el secreto del déficit sin llanto”. Escribe:
 “Para constatar que en 1960 existe la misma situación, mutatis mutandis, basta leer el mensaje del Presidente Kennedy acerca de la estabilidad del dólar del 6 de febrero de 1961.
Con admirable objetividad, indica Kennedy que desde el 1º de enero de 1951 hasta el 31 de diciembre de 1960, el déficit de la balanza de Pagos de los Estados Unidos de América ha alcanzado un total de 18.100 millones de dólares.
Hubiera parecido lógico que durante el mismo periodo sus reservas en oro hubieran disminuido en la misma cifra. Pues no; el 1º de enero de 1950 las reservas en oro alcanzaban un total de 22.800 millones de dólares, mientras que el 31 de diciembre de 1960 todavía eran de 17.500 millones de dólares.
La razón  de esta incongruencia reside en el hecho de que, durante el periodo considerado, los Bancos de Emisión de los países acreedores, después de crear moneda nacional por el montante del déficit norteamericano, habían vuelto a situar las dos terceras partes de aquellos dólares en el mercado americano. Con lo cual entre 1951 y 1961 sus reservas exteriores habían aumentado en unos 13.000 millones de dólares” (El pecado monetario de Occidente).
Estos 13.000 millones que aparecían de más en el cómputo total, este aumento de las posibilidades del mercado, se corresponde y son los dólares colocados a la vista o a corto plazo en el mercado norteamericano y son los que van a provocar  una situación inflacionista en el mundo entero, reflejada en los países satélites del dólar.
Otra de las afirmaciones contundentes de Jacques Rueff era señalar que mientras en ese periodo los precios habían ascendido al doble, la relación entre el oro y el dólar no había cambiado, manteniéndose la relación de intercambio de 35 dólares por una onza de oro. Esto no podía ser lógico y, con el doblaje del stock monetario, formaban  dos situaciones encadenadas, o el mismo problema visto desde dos ángulos diferentes. Este hecho no podía traer, como así ocurrió, más que la consiguiente imposibilidad de que el dólar fuese reconvertible en oro, argumento mantenido por Jaques Rueff durante 10 años contra toda la opinión mundial en materia monetaria, y que finalmente se cumplió en 1971.
Que un dólar costase o fuese equivalente a 35 onzas de oro desde el acuerdo de Bretton Woods y prácticamente hasta la inconvertibilidad oficial del dólar en 1971, mantenido ese precio fijo artificialmente, es un asunto íntimamente ligado a las devaluaciones, revalorizaciones y aumento de flujo dinerario en el mercado internacional.
 La transacción de dólares por moneda europea ya no sólo se realizaba por motivos de cambio comercial sino también por motivos especulativos. Cuando el capital americano salía de su lugar de origen hacia Europa ya no salía sólo para intercambiar dólares por moneda europea y pagar las importaciones que quería realizar, sino que lo hacía también por motivos especulativos y de inversión, bien porque colocado en los bancos europeos el mayor tipo de interés en Europa reportaba más beneficios, bien porque la inversión directa en el sistema económico reportaba mejores expectativas y beneficios que en el país de origen. El mismo motivo de lucro iban a tener los dólares que regresan a Estados Unidos. El beneficio que resultaba de colocarlo a corto plazo es el motivo de su regreso a ese mercado.
Las multinacionales tuvieron mucho que ver también en ese montaje de doblar el stock  del sistema monetario internacional. Cuando Estados Unidos asumió el problema y puso controles a la fuga de dólares, el círculo vicioso y viciado apareció de otro modo. Nacieron nuevos bancos internacionales a raíz de estos controles americanos y de la habilidad inglesa en materia de finanzas. Fueron los ingleses los primeros en fundar un  banco de estas características. A ellos, más tarde, se sumó el capital privado americano, formando otros bancos internacionales  Estos bancos realizaban exactamente la misma función, el mismo círculo vicioso que el anteriormente descrito. Los dólares de las arcas de los Bancos Centrales o en manos privadas que antes viajaban a EE. UU. ahora ingresaban en estos nuevos bancos de capital privado londinense y americano, y de aquí se colocaban en otros países. A esta moneda prestada y tomada por estos bancos internacionales de capital privado se le llamó Eurodólar. Las multinacionales comenzaron a operar con estos bancos, dada las restricciones que el gobierno americano impuso sobre la salida de capitales. Como se ve, el problema no cesó con las medidas adoptadas por EE.UU., sino que aumentó con el surgimiento de estos nuevos bancos. Estos bancos duplicaban de nuevo el stock mundial porque realizaban la misma función que las autoridades monetarias americanas querían evitar. Y ahora era duplicado de manera más libre y más rápida.
Las monedas europeas se devaluaban con respecto al dólar. Al ser el dólar convertible en oro, las monedas europeas también se devaluaban en última instancia con respecto al oro. Sin embargo, al mantener un precio fijo del dólar con respecto al oro, alrededor de 35 dólares la onza, se estaba creando una situación injusta y fraudulenta. Si se hubiera dejado flotar libremente el precio del oro con respecto al dólar, es evidente que éste se habría devaluado también con respecto al oro porque los dólares habían aumentado al doble, a tenor  de los precios, por esa duplicación del mercado monetario internacional. La relación entre el dólar y el oro era artificial y era eso lo que reclamaban Jack Rueff, el general De Gaulle y el Estado francés.
Los productos aumentaron en cantidad  con la tecnología desde 1944 hasta 1971, y el oro no podía crecer a ese ritmo, dada la dificultad para extraerlo. Si tenemos en cuenta la cantidad del monto de productos total del mundo y del monto de oro mundial nos encontramos con que ese crecimiento desigual sólo podría haber llevado a dos efectos: o bien los productos caían en precio inversamente proporcional a su crecimiento (suponiendo invariable el crecimiento de oro), o bien el oro tendría a la fuerza que aumentar su valor, que revalorizarse proporcionalmente al aumento de los precios de los productos (suponiendo invariable el monto mundial de oro)  Sin embargo, lo que había sucedido es que el  precio de los productos había aumentado en 15 años el doble, en lugar de su supuesta caída, mientras el precio del oro había sido mantenido artificialmente a una cantidad fija, alrededor de 35 dólares por una onza de oro. La explicación sólo es posible si entendemos que a la fuerza el eslabón que une el oro con las mercancías produce ese efecto, o lo que es lo mismo, no se corresponde con las mercancías y con el oro a la vez. El dólar, que es el intermediario, se estaba duplicando sin la correspondencia equitativa con el oro, como ya hemos visto y como se deduce de este hecho. Colocar el dólar a su precio justo era colocar el oro a su justo precio; era reajustar el sistema monetario internacional, algo que De Gaulle y Rueff demandaban a los responsables monetarios internacionales, especialmente a Estados Unidos.
Lo que sucedía con el dólar y el precio fijado artificialmente con el oro, es una devaluación técnica, pero a la inversa. No se devaluaba el dólar, como tendría que suceder, ya que el aumento de dólares era una realidad en su relación con el oro. En una situación de oferta y demanda normal, tendría que caer, ya que su cantidad era el doble. Se estaba devaluando artificialmente el oro al no permitir su reevaluación lógica con respecto al dólar. Habían  anulado en el sistema la oferta y la demanda entre el oro y el dólar y artificialmente hacían que  el valor del oro estuviese alrededor de 35 dólares por onza de oro. Al devaluarlo técnicamente, se conseguía aumentar artificialmente la cantidad de oro (o mejor dicho, la cantidad de dólares que sustituían a ese oro en la circulación monetaria) y esto permitía una constante y creciente liquidez en el mercado internacional para poder seguir duplicando el stock monetario, a la vez que se mantenía el dólar sin depreciarse a pesar de su aumento.  El oro ya no era cambio de nada, ya no era una referencia, el sistema monetario estaba adulterado. Eso era una estafa mundial, no sólo americana, también europea, por la rentabilidad de sus divisas en el mercado americano y por su complicidad.
La excusa de mantener el oro a ese precio fijo era alegar  un problema de liquidez mundial, cuando realmente lo que había, según Rueff, y según los hechos que corroboraron y corroboran la veracidad de su examen, era un exceso de liquidez, hasta duplicar el stock monetario internacional. La subida de los precios era la confirmación. Esto suponía a la larga la imposibilidad de convertir el dólar en oro, o lo que es lo mismo, la falsedad del sistema monetario internacional de patrón Cambio-Oro. No tardó en hacerse evidente: el 15 de Agosto de 1971 el presidente Nixon, entre otras medidas, declaró inconvertible el dólar en oro. Tal y como había pronosticado Jacques Rueff 10 años antes, sus previsiones se confirmaron.
“El dólar no se ha devaluado, flota”, dijo el subsecretario del Tesoro americano, aclarando un poco el misterio de la frase  pronunciada por el presidente Nixon el 15 de agosto: “he dado orden al secretario Connally de suspender temporalmente la convertibilidad del dólar en oro”.
Lo que sucedió a partir de entonces fue un nuevo orden internacional en materia económica. El dólar se dejó flotar, lo mismo que se hizo con el marco después. El Patrón oro había desaparecido, el Patrón Cambio-oro también y ahora aparecía un nuevo sistema protagonizado por el oro-papel.
Jacques Rueff no entendía el problema como una estafa premeditada sino como un error colectivo. No buscaba culpables sino que demandaba soluciones. Cuando realmente el mundo se hace culpable es cuando se vislumbra el problema y, en lugar de atajarlo, hace crónico ese problema. No es sólo responsabilidad del pasado, de igual manera que en 1971 no se pueden escudar en lo que pasó en Bretton-Woods. El problema monetario heredado se parece en la manera de resolverlo al problema del medio ambiente heredado. En la actualidad no somos menos culpables que nuestros predecesores, sino que lo somos más y a sabiendas.
La huída hacia delante es evidente en el sistema monetario internacional. Primero se estableció el sistema Patrón-Oro. Después se sustituyó por el sistema Patrón Cambio-Oro para salir del atolladero. Más tarde, por la misma razón, se ampliaron las bandas de fluctuación en este sistema. Se inventaron los bonos swaps, los bonos Roosa. Se sustituyó este sistema por otro de cambios fijos y flotantes. Siempre huyendo hacia delante. Hoy día la moneda es una moneda inventada, un cesto de monedas, un papel. Los parámetros no son fijos y, pienso, que la facilidad para producir o inventar moneda es escalofriante. El mundo está anegado de moneda. Cuando hay una crisis mundial basta con inyectar más moneda para dar credibilidad. El exceso de liquidez da productividad desaforada, tal vez incontrolada, y esta producción desaforada provoca un consumo devorador. El aumento de consumo y producción exige mayor liquidez y esta mayor liquidez provoca a su vez un mayor y voraz consumo y una desaforada e incontrolada producción que exigirá una mayor liquidez. Es la pescadilla que se muerde la cola. Se quitan trabas, se borran barreras y cada vez que se enciende un chivato de alarma en la gran factoría mundial, se desutiliza ese chivato, se suprime, y con ese oído sordo se soluciona el problema. El nuevo sistema monetario internacional ya no es una herramienta de cambio, un mecanismo de transacción, sino que se ha convertido en una herramienta que promueve y consolida la especulación y la estafa institucionalizada.
Hoy día la liquidez en el mercado internacional es tal que dilata hasta la extenuación el desarrollo económico, hasta el punto de crear las necesidades humanas a partir de las propias necesidades de expansión de la economía capitalista. Es un monstruo ávido de crecer, hasta el punto de correr el riesgo de devorarse a sí mismo. Hoy día se encuentran proyectos en los que es difícil vislumbrar si están diseñados por una necesidad real de carencias o es un mecanismo para mover la enorme masa de capital ocioso buscando rentabilidad, que amenaza con comerse la faz de la tierra precisamente con la excusa del hambre y de la desocupación. La liquidez anega el mundo entero, y sin embargo se dan cuellos de botella, deflaciones y situaciones de estancamiento económico que hace creer que hay escasez monetaria, y se resuelve con una nueva inyección de moneda. Es como inyectar al carburador de un coche que ya va acelerado más combustible. Con este nuevo sistema monetario, adulterado, que no es patrón de nada, a no ser  del desorden, el mundo y la humanidad se parecen a un gran yonky en estado de ansiedad por su necesitada droga: el dinero. La huida hacia adelante del capitalismo resulta un desorden, porque no tiene una referencia fiable. Se mueve por auto regeneración y auto perpetuación, modelando a su manera el mundo, el ser humano y la democracia, que a estas alturas no es otra cosa que “la dictadura del capital”. Las ayudas a los países menos desarrollados y la ampliación de mercado no nacen de un principio de solidaridad. No hay nada menos solidario ni individual ni colectivamente que la filosofía capitalista. Esa supuesta bondad obedece a una expansión mercantil e ideológica. El actual mercado está saturado y la liquidez inunda los países desarrollados, amenazando con la sombra del estancamiento económico. La barrera que separa los países ricos de los pobres es cada vez más alta. Crece alarmantemente con el sistema fraudulento impuesto en Bretton-Woods.
Los países ricos se protegen contra las mercancías primarias de aquellos países con moneda devaluada o de menor poder adquisitivo, incentivando mediante paliativos económicos la labor del agricultor y del ganadero en los países ricos y de esta manera colocan artificialmente los precios por debajo de su valor real en un mercado que llaman con ironía de libre cambio. Por el contrario, los países pobres no pueden defenderse de la entrada y salida brusca de capitales que llegan desde el lado rico y que de no salir de estos países ricos, el capital excedente provocaría graves crisis por exceso de moneda. Retirarla del mercado supondría casi el costo del beneficio que proporciona  su inversión en los países pobres. No sólo no se defienden los países pobres de este capital, sino que tienen que buscar esta inversión internacional si quieren formar parte del juego, aunque sea perdiendo, ya que sólo pueden ser perdedores en una partida con cartas marcadas.. Menos aún pueden defenderse de la salida brusca de los capitales que pueden ocasionar en ellos una situación alarmantemente delicada, sin hacerse dicho capital, ni sus dueños, ni el país en que habitan sus dueños, responsable de lo que allí ha sucedido. Tampoco el país pobre puede defenderse de la compra de la tecnología, que aunque beneficiosa a priori, hace que en estos países la riqueza no crezca de manera uniforme. Crece de una manera muy desigual e injusta y fomenta un peligroso contraste de sociedades en conflicto, con peldaños de poder adquisitivo mucho más violentos que en los países con el sistema capitalista asentado. Los conflictos y miserias del tercer mundo no son ajenos a los beneficios y seguridades del primer mundo. 
Hipócritamente queremos limpiar nuestra conciencia con la ayuda internacional, mientras hemos estado estafando durante años y democráticamente al resto de los países que no forman parte de la élite mundial. El dinero que donan los países ricos a los países pobres es un dinero inventado, que surge de la nada, del mismo lugar que sale cuando estos países necesitan inyectar moneda en el mercado. No es una donación desinteresada. Está remarcada por unas pautas políticas acordes al juego capitalista, que permitirá ampliar una vez más el mercado.
 Controlamos la miseria del tercer mundo y la franja que divide esta miseria y el lujo y la soberbia del primer mundo. Y quién controla nuestra ética y nuestro fraudulento sistema monetario, hecho a imagen y semejanza de nuestro sistema capitalista, injusto, elitista, egoísta, e hipócrita, que habla de solidaridad cuanto más injusto es, de justicia cuanto más injusto es, y de paz cuanto más belicoso y dominante es.
Se ha flexibilizado el sistema monetario internacional hasta hacerlo irreconocible, donde bancos internacionales del sector privado mantienen una acción paralela al banco mundial, al que si no lo anulan, al menos  merman  su actividad de control. Bancos que, si antes anularon las actividades nacionales de parar ese peligroso y estafador juego de duplicación del stock mundial, no creo que ahora sirvan para crear estabilidad, a pesar del compromiso de tener que informar de todas sus acciones al Banco Mundial.
También se ha dilatado, y en igual proporción, hasta límites insospechados la capacidad de consumo del individuo, porque la propensión al consumo es el otro bastión de la economía. La  inversión (o lo que es lo mismo, la producción), depende  de la propensión al consumo y del tipo de interés. Y no podría mantenerse ese ritmo frenético de producción sin un equivalente y frenético ritmo de consumo.
La relación entre los países pobres y los países ricos es similar a la antigua relación entre las clases ricas y las pobres de un país capitalista cualquiera. Ha habido un cambio cuantitativo que se ha convertido en cualitativo en la extensión geográfica del desarrollo del capitalismo.
 Las diferencias de clase en los países capitalistas se han estratificado y no aparece ya ese claro contraste en los dos bandos contrarios: el proletariado y la burguesía (con la nobleza incrustada y disuelta en la clase burguesa). Hoy día, la clase proletaria parece un pastel de hojaldre, que se puede deshacer en infinidad de capas. Son capas sociales con distinta capacidad económica, con poca cohesión, sin identidad solidaria y fácil de ser doblegada.
Sigue camuflado y escondido el principio de riqueza, que no procede de un acto mágico que se gestiona en el vientre de las entidades bancarias. Nadie plantaría en la tierra unas monedas para esperar que un año después esas monedas aparezcan trayendo en la mano los beneficios de los intereses. Sólo el trabajo y el ingenio hacen posible absorber la riqueza natural en beneficio de la humanidad. Pero es la dominación de ese ingenio y de esa fuerza del trabajo por pocas manos las que sostienen un sistema de repartición de riqueza y de poder parcial y piramidal al que ingenuamente han llamado democracia, con fuerzas invisibles que controlan que ese poder y esos privilegios no cesen y no se reparta la riqueza de manera equitativa y racional. Un insignificante tanto por ciento de los habitantes de este planeta poseen más del cincuenta por ciento de la riqueza. Hoy día el poder que algunas empresas, personas y capitales tienen es verdaderamente escalofriante, tanto que una vez más las palabras de Marx el tiempo las hace proféticas, no sólo por la dirección que lleva la economía, también por la dirección que trae la política. “El poder electo no es mas que una comisión administrativa de los intereses comunes de la burguesía”, dice una de sus célebres frases.
Al entender la adulteración del sistema monetario internacional las teorías marxistas adquieren de nuevo su magnitud con su exactitud certera, que no resulta obsoleta después de los años como nos quieren hacer creer. El concepto de plusvalor es imperecedero en el capitalismo porque se ha desarrollado en la práctica sobre él y por él, aunque sigue negando su existencia, o le quita la importancia que tiene en la constitución del orden y del sistema de una repartición egoísta y desproporcionada. Lo peor de todo es que con la adulteración del sistema monetario internacional se han disimulado los males que aquejan al mundo capitalista con lo que se hace más difícil corregirlos. Se han disimulado las crisis cíclicas mediante la inyección de capital, alejándolas hacia delante en el tiempo;  en el espacio se han alejado abriendo los mercados comerciales a zonas más lejanas. En ningún momento, en ningún lugar, se ha puesto remedio a los graves problemas que plantea el sistema capitalista. Este sistema es egoísta, piramidal, elitista, y sobre todo peligroso, porque arrastra sus problemas hacia delante, acumulándolos y amalgamándolos en una enorme bola que tal vez sea demasiado grande para las espaldas de la humanidad.
Lord Keynes dijo que Karl Marx no había dicho grandes cosas en lo que se refiere a teoría económica porque no había dado soluciones. Presiento que quien no dijo grandes cosas fue Lord Keynes, porque repitió lo que ya había dicho Karl Marx. La solución que aportó es la que ha generado el proceso de “huida hacia delante”. La economía moderna se apoyó en las teorías de Lord Keynes, que proponía que en periodos de crisis el estado debía aminorar sus efectos regulando la ocupación. En periodos de estancamiento económico debía acometer, por ejemplo, obras públicas, para paliar la deflacción. Una vez superado esta crisis, debía otra vez ser moderador en el proceso económico y enfriar la economía. Pero este enfriamiento a la larga suponía deflacción otra vez, de manera que una vez que el Estado se había endeudado no había manera de bajar ese ritmo de producción y ocupación que había provocado. Asentado ese ritmo productivo y esa ocupación, otra vez la producción saturaba los mercados y se producía la deflacción y el estado tenía otra vez que intervenir en la producción y en el consumo, provocando la huida hacia delante una vez más. Con el tiempo, ni siquiera el Estado necesitó de una intervención directa. Le bastaba con una intervención indirecta de manipulación de su mecanismo monetario Con la adulteración del sistema monetario internacional, estas intervenciones se hicieron crónicas, y parecía que las crisis eran de subproducción, cuando en verdad venían originadas por sobreproducción y saturación. Y como era y es el mundo capitalista el que inventa y acuña la moneda que respalda este sobreexceso de consumo y ese sobreexceso de producción, nunca tenía problemas para crear moneda ficticia en caso de necesidad, que era continuamente. El Estado ejecutaba la función de reavivar los mercados. Pero resultaba a la larga que una vez superado un peldaño, era imposible bajarse de él. El enfriamiento era ficticio.
La solución que lord Keynes propuso y que el mundo capitalista aceptó, no es menos perversa que las soluciones de las crisis cíclicas que el propio sistema capitalista creaba en la terminación de un ciclo económico. Estas crisis periódicas, cada vez más grandes, acabarían según Marx,  derribando el sistema capitalista. La anticipación a ese atroz momento era la proclama de la ideología marxista. Acometer los efectos enfermizos de un sistema enfermo antes de la máxima efervescencia de la enfermedad planteaba una solución más asequible. La historia nos ha llevado por otros derroteros. Sin embargo, hoy vemos que el problema sigue latente, de otro modo, de un modo acumulativo, de huida hacia adelante, que hace que el problema se sume en tal cantidad que tal vez al final nos resulte tan grande que ya no sea manejable, a pesar de la tecnología, de los inventos y de que el hombre haya pisado ya la luna o realizado el mapa del genoma humano.
Los problemas del capitalismo que suelen aparecer a intervalos, no son problemas de subproducción, como se quiere hacer creer, sino de sobreproducción, o al menos de producción descontrolada. Este problema de producción es un problema de repartición. Existe una repartición desigual y peligrosa, que se perpetúa de forma automática. Se recurre, huyendo hacia delante, a una sobreproducción y se hace un reparto desproporcionado, de manera que los que no tienen nada, tienen un poco, y los que tienen mucho, tienen mucho más. El capitalismo ha subido un grado y si antes el grado de explotación y apropiación indebida de la riqueza mediante el mecanismo del plusvalor se registraba entre capitalista y obrero, hoy día ese mecanismo se ha agigantado, y ese efecto pernicioso ha crecido y se ha consolidado entre países. Así, los países ricos expoliamos los países pobres de manera democrática y los obreros del primer mundo, esclavos privilegiados del capital, pasamos indirectamente a ser los señores capitalistas para los países del tercer mundo y del mundo periférico al sistema solar del sol “Dólar”, del cual Europa es su satélite preferido y no está exento de complicidad en esta estafa. Porque el que exporta productos, exporta desempleo. Y allí donde no se puede exportar producto, o la exportación resulta no favorable, se exporta política, ideología o, si no hay más remedio, se exporta guerra. La economía, la política y la guerra están en la misma senda.
De manera que con esta nueva visión de la evolución del sistema monetario internacional y su adulteración hoy podríamos afirmar que permanecen más vigentes que nunca las leyes de Karl Marx sobre economía.. En lugar de resolverse las crisis, cada vez mayores, que pronosticaba su autor, lo que se hace es mandarlas hacia delante mediante la solución de inyectar dinero inventado en el sistema monetario, dinero que no es real, que no se corresponde con la solución real. Ese dinero dilatará la economía pero también provocará, pasada la crisis, una bolsa dineraria especulativa que generará otra vez el mismo problema anterior sólo que con mayor intensidad,  y así sucesivamente en esta huida hacia delante. Nos quieren hacer creer que esas citadas crisis cíclicas ya no existen porque no se manifiestan y que la teoría marxista del capital ha quedado obsoleta. El capitalismo es una continua y acumulativa crisis de huida hacia adelante, crisis económica, crisis ecológica y crisis social; y cada vez más agudas.
La adulteración del sistema monetario internacional no sólo fue una estafa mundial a los países del tercer mundo, también fue una estafa, una mentira, al mundo entero. Fue una estafa a la razón, a la lógica, pero no sólo es responsabilidad del pasado, sino del presente. Nosotros estamos sosteniendo y agrandando y encubriendo esa estafa, esa mentira, aprovechándonos de ella, pero en cualquier momento se vuelve  en contra, no de éste o de aquél país, sino del propio mundo, porque el pecado monetario de Occidente, como dijo Jaques Rueff, es un pecado contra el sentido común.
Quiero añadir unas frases con que comienza un libro publicado en 1973 del también francés Philippe Simonnot, periodista y economistas del diario Le Monde y que en cierto modo recuerdan los tiempos actuales. Escribe así: “Pocas veces la Historia habrá sido tan ejemplar como en 1971 hasta un extremo caricaturesco. Mediante un atajo que sólo ella conoce, ha combinado dos crisis contradictorias que ha resuelto contradictoriamente: entre los poseedores, una crisis de superproducción, encubierta bajo la capa de una crisis monetaria; en los desheredados, una crisis de subproducción, o lo que equivale a hablar aquí de superpoblación. Por una parte hemos asistido a un desplazamiento del excedente de riqueza, por un valor de miles de millones de dólares, en busca de ganancias, por otra al desplazamiento del excedente de población, calculable en millones de hombres en busca de pan y dignidad; por una parte se ha rozado la guerra comercial, que se ha logrado evitar, finalmente, gracias al acuerdo establecido entre los diez países más ricos del mundo firmado en Washington el 18 de diciembre de 1971, por el otro se ha llevado a cabo una guerra, la guerra entre los pobres, guerra escandalosa, pues ha demostrado que la solidaridad internacional de los proletarios era mucho más frágil que la de los capitalistas, a pesar de todo lo que se haya podido afirmar sobre la rivalidad de los imperialismos. Guerra fatal, puesto que únicamente la guerra permite reabsorber (en parte) el excedente de población y el acrecentamiento de producción”.
Otra vez aparecen encadenadas la economía, la política y la guerra. También Herbert Marcuse dijo algo semejante. Esta construcción lógica y coherente pueda parecerse a una fantasía catastrofista. Yo les recuerdo que no he dicho otra cosa que las que han dicho Simonnot, Marcuse, y sobre todo Jacques Rueff hace más de treinta años y que el tiempo le dio la razón en sus predicciones. Por encima de toda opinión y contra todo pronóstico, sosteniendo su tesis a lo largo de diez años, el tiempo le dio la razón a Jacques Rueff al anunciarse la inconvertibilidad del dólar. El nuevo sistema monetario está asentado sobre aquel error y repite los mismos fraudes con los mismos riesgos, sin haber solucionado los antiguos problemas.
Se puede pensar también que podría ser peligroso para la estabilidad económica mundial hacer estas afirmaciones, o por el contrario, se puede pensar que no sirven de nada, puesto que Jacques Rueff ya las enunció en su momento y nada cambió con ello. Pienso que es muchísimo más peligroso callarlas, porque el problema es acumulativo; crece y se desarrolla como un cáncer, como una enfermedad que el día menos pensado soltará su virulenta ponzoña y que, sabemos, nunca se curará por sí sola. Cuanto más se tarde en ponerle remedio, si es que aun lo tiene, más difícil será su solución. En una enfermedad mortal es difícil asegurar que el remedio sea peor que la enfermedad. Pero, en todo caso, el remedio que indirectamente suelen poner nuestros dirigentes cuando ya no hay remedio, es el remedio que se repite a lo largo de la historia, y que en realidad no lo ponen nuestros dirigentes, que son los que lo proponen, sino nosotros que somos los que consentimos. Ese remedio es, créanme, la guerra.
Cuando la fluidez económica se estanca, se llega a la política y cuando la fluidez política se estanca, se produce la guerra. Las guerras tienen siempre connotaciones económicas. Lo que sucede es que las disfrazamos con equívocas insignias. La conquista de América se hizo en el nombre de la conversión al cristianismo, mientras se  ponía de manifiesto el lado más rapaz y codicioso de los conquistadores. La aniquilación de los indios americanos tuvo de excusa la civilización. ¿Quién fue realmente el salvaje?. Hoy día se exhiben insignias como “democracia”, “razones humanitarias”, “paz duradera”.
Incluso en aquellas guerras en las que no aparece de telón de fondo una base económica, son guerras que se originan por actuaciones precedentes o futuras. Una posición estratégica militar supone una posición estratégica política y, por lo tanto, también económica.
El dominio militar supone un dominio político y económico. Por otra parte está el enorme peso de la industria militar. Un país destruido es un país a reconstruir y mueve la economía del país que pone las normas (alguien tiene que pagar tanto gasto invertido en destrucción y puede ser una huida hacia delante para un estancamiento). El material bélico destruido será una vez más también repuesto y una vez más mueve la economía. No desprecien este poder fáctico. Un pequeño ejemplo: es increíble que en EE.UU. se sigan vendiendo armas para uso particular después de semejantes barbaridades. Pero es que el poder de millones que mueve esa industria puede afectar incluso a los resultados electorales. Imagínense entonces el poder de la industria de la destrucción a escala mundial. Aunque esta cuestión económica directa es insignificante ante las cuestiones indirectas por las que se produce la guerra.
Por lo tanto habría que tener en cuenta cuándo y cómo se produce una guerra, no sólo en el país invadido, sino también en el invasor. Habría que tener en cuenta no sólo por qué en ese lugar, sino también por qué en ese momento. Habría que tener en cuenta que está sucediendo en el país a invadir, pero también lo que está sucediendo en el país invasor, por encima de las cosas aparentemente ciertas e irrevocables que nos cuentan.
Las guerras actuales y las futuras podrán tener muchos pretextos, muchas justificaciones, pero hay que mirar sólo por si acaso la trayectoria de las bolsas mundiales en los meses precedentes o años que preceden a los conflictos para asegurarnos que estos conflictos son casuales, que no son una cortina de humo para tapar las crisis y las saturaciones de mercado. También hay que mirar el potencial económico y el potencial estratégico que tiene el país a invadir. La guerra es un negocio, un vergonzoso negocio.
Además, las guerras de ordenador, las guerras calculadas, empiezan peligrosamente a proliferar, como si el mundo fuese un tablero de ajedrez. Nadie puede calcular con exactitud el odio, ni el rencor, ni el horror, ni tampoco se puede medir o calcular el sufrimiento.
En las guerras que nos venden hay un trasfondo que nunca cuentan. Las guerras siempre encubren sus verdaderos motivos. No me puedo creer que la muerte de un solo hombre origine la primera guerra mundial, es decir, no me creo que la muerte de un solo hombre origine la muerte de tantísimos hombres después. Tampoco me creo que el poder seductor de un solo hombre, Hitler, origine la segunda guerra. ¡Si no creo que un artista, que se basta el solo para defender su trabajo, no compone ni el gusto de la época ni la trayectoria definitiva del arte, sino que es una pieza más, cómo voy a pensar que un solo hombre por poderoso y seductor que sea planifique y decida la suerte del mundo entero! Me parece más sensato darle credibilidad a otras opciones. Por ejemplo, me parece más sensato creer los vaticinios del economista Lord Keynes,  que decía que las condiciones económicas impuestas sobre Alemania podían traer la segunda guerra mundial, que podía poner el caldo de cultivo.
Hay un gran poder destructivo en la decisión de pocas manos, con una población paralizada y pasiva. Este poder se siente seguro con los cálculos y previsiones de los estadistas; pero, como he dicho, no se puede calcular ni el odio ni el sufrimiento. Las guerras son planteadas con la frialdad de una operación quirúrgica y publicitadas por una  capciosa propaganda, que neutraliza la opinión popular.
Me fiaré muy poco de las palabras e imágenes que me bombardeen desde la televisión, ni de esos seres repugnantes, tan malos y perversos que me ofrezcan y  que suele fabricar la propaganda que precede a toda guerra. Ningún hombre solo, por grande y poderoso que sea, determina la suerte del mundo. Esa suerte la determina nuestros pequeños gritos y nuestros grandes silencios, nuestras cobardías y nuestras valentías. Lo determina nuestra pequeña conciencia cuando niega  o afirma, cuando denuncia o calla, cuando se hace cómplice o se niega a la complicidad.  Por eso, leeré entre líneas, por encima de la propaganda manipulada y de los razonamientos interesados, cada vez que haya un conflicto en el que se involucre el estamento social que me representa y que actúa en mi nombre, sin pedirme la opinión para cosas tan graves (¿Hay algo más grave que una intervención militar como la que sucedió en la antigua yugoslavia, que provoca miles de refugiados y tantas víctimas y horror?), y haré lo que mi conciencia me indique, callar o gritar, sabiendo que a esa hipotética guerra va algo más que mi seguridad o mi futuro: va mi conciencia.
Nada mejor que cerrar las disertaciones con formas sentenciosas que traten de asir lo inasible, a la manera en que los epitafios quieren resumir en una frase lapidaria toda una compleja vida. Por eso quiero decir, para poder terminar, que no es, como quieren hacernos creer, el mejor mundo de los mundos posibles. Pocos han hecho poco por cambiarlo y muchos han hecho mucho porque no cambie, ni el mundo, ni sus intereses individuales. Cambian las formas, pero no los contenidos.
El pragmatismo que asola los últimos tiempos, que cambia lo verdadero por lo útil, no podrá entender nunca que lo verdadero siempre es útil, mientras que lo útil no siempre es verdadero y  en los tiempos que corren, no sólo está faltando la verdad a la utilidad, sino que a la larga la utilidad acabará resultando inútil.


El crack del 2008

Esta es la historia de una crisis que nadie sabe cómo ha surgido (no es explicable sólo aludiendo a préstamos tóxicos, ni tampoco al sector inmobiliario dilatado hasta la hipérbole, porque sólo son efectos y no causas) que nadie quiere reconocer cómo se ha desarrollado y, lo más preocupante, que no saben cómo atajarla. Precisamente está manifestada su torpeza porque utilizan las mismas medidas que la han originado. Se agrava todavía más por las contradicciones que continuamente nos transmiten. Hay que congelar los salarios, pero recomiendan que aumente el consumo. Los bancos deben prestar más, pero se sabe que esta crisis se ha manifestado (que no originado) precisamente por préstamos que serán parte de la morosidad. Pretenden levantar la economía bajando el tipo de interés para que aumente de esta manera el consumo y la inversión (es decir la producción), y por el otro lado ambas se desmoronan en EREs continuas. Lo cierto es que sobra de todo. Sobran coches, las piezas de los coches, las piezas de las piezas de los coches. Sobran pisos, inmobiliarias, materiales de construcción, de electricidad, de fontanería, etc...A medida que se contrae el consumo sobran proporcionalmente más cosas. A medida que sobran más cosas se cierran más empresas, lo cual hace que caiga más el consumo, etc..hasta que pare en algún punto. Es el keynesianismo en sentido inverso.
Esto que ocurre se llama sencillamente una crisis de sobreproducción, y ya estamos advertidos sobre ella. ¿Cómo puede irnos mal porque haya demasiadas cosas?, se dirán algunos. ¡Pues no faltan mercancías en África!, por ejemplo. Parece mentira, pero lo cierto es que las crisis de sobreproducción pueden crear grandes problemas colectivamente, lo mismo que a un individuo el problema de sobrepeso físico, de sobrealimentación, puede generarle problemas de salud.
Una de las constantes del capitalismo es ampliar el mercado, pero no regala nada. ¿Ya hubiera querido que le saliera rentable llevar sus productos a los paises subdesarrollados!
El capitalismo es egoísta, piramidal y de repartición desigual y desproporcionada. Es como la pirámide de Madoff pero a escala total, a escala universal.
Para entender el capitalismo basta con conocer a fondo tres o cuatro conceptos. El primero, qué es el plusvalor, que lo definió muy bien Karl Marx. El segundo, cómo funciona el sistema monetario internacional y sobre cómo y en qué se ha transformado. Hay que dejar a la vista su condición fraudulenta y adulterada. El tercero, el keynesianismo en su faceta más patética, despojado del inmerecido aura que se le ha dado en la economía actual. El cuarto, la alienación, no la que pueda ser inherente al trabajo y de la que habló Marx, sino la otra, la de la mercancía, que desmenuza al proletariado y lo vuelve ideológicamente un pequeño burgués o un burgués frustrado, refortaleciendo y disculpando la filosofía capitalista. Lo define muy bien Marcuse: "La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina........"

En este apartado intentaré hacerles entender qué es el capitalismo y porqué esta crisis. Cuanta más gente haya que sepa a qué se debe, más fácil será solucionarla.
Unas de las claves, como ya he dicho, es la comprensión de esos cuatro conceptos y entre ellos principalmente qué es el plusvalor. Para irles preparando les voy a aproximar a su entendimiento con un ejemplo; el ejemplo de la publicidad en la mercancía, que se inserta en ella de manera sutil, casi como el plusvalor. Vamos a ver el razonamiento.
Casi todo el mundo ve normal que Messi gane tantísimos millones con el fútbol. Como Messi, hay muchos futbolistas. En realidad la ficha de Messi se ve aumentada en gran medida por los contratos televisivos que proporcionan posiblemente más ingresos a los clubs de fútbol que las propias entradas. Todos sabemos también que las televisiones se nutren de la publicidad. Cada minuto televisivo vale millones de las antiguas pesetas. Estos millones los aportan las empresas que comercializan sus productos y los anuncian en televisión; es de entender que la publicidad es un componente más incluido en el producto. En el precio final del producto va a estar incluidos los gastos de publicidad. Es decir el producto contiene en sí mismo o cuesta: su materia prima, su elaboración, la mano de obra, el desgaste de materiales, la amortización, el transporte, etc.. y el marqueting o publicidad. Pero esta publicidad va más allá del costo de diseño e impresión del etiquetado, y el pago elemental de actores y directores que realicen el anuncio. Paga también, y a muy alto precio, los segundos televisivos que ocupa en las diferentes cadenas terlevisivas. Tales son los precios que dan incluso para pagar parte de la ficha de Messi. Bueno de Messi y de tantos jugadores. Los anuncios son carísimos, pero rentableas, y el pago de las televisiones por cada partido televisado también es altísimo. Este beneficio repercute sin duda en las fichas.
Millones de productos tienen dentro de sí un pequeñísimo coste adicional que da para pagar semejantes millones. Hay que hacer notar que la publicidad no da al producto más calidad. El producto sigue siendo igual de bueno o de malo con publicidad o sin ella. El consumidor cuando compra el producto compra la pequeña porción de materia prima, la pequeña porción de mano de obra, de elaboración, etc ..Y también la porción de publicidad, porque la publicidad cuesta dinero. Y entonces llegamos a la conclusión que quería llegar: "Una persona a la que no le gusta el fútbol puede estar pagando indirectamente la ficha de Messi cada vez que come un yogurt, se toma una cerveza o se compra unos zapatos por 39 euros en el Corte inglés." Esto no sería grave si sólo fuera Messi, pero hay muchos futbolistas. Tampoco sería grave si sólo fueran los futbolistas pero hay muchos gremios más. Incluso ni así sería grave si no fuese porque es el propio sistema capitalista el que se rige por reglas semejantes si tenemos en cuenta que el plusvalor, valor que se revaloriza, funciona en cierta medida muy semejante a la publicidad, insertado en la mercancía, sin darle al producto más calidad, ni más sabor ni más salud, y engrosando los bolsillos de tantos empresarios. En realidad, ni siquiera esto sería malo si no nos llevara a un callejón sin salida, a una huida hacia delante en este sistema piramidal Si esta crisis tan amenazante y desconocida como jamás hemos conocido, no fuera el resultado del capitalismo voraz cuya esencia primera y original es el plusvalor, valor que se revaloriza, valor que se volverá a invertir para generar más plusvalor, comenzando de esta manera la huida hacia delante. Este círculo vicioso acaba siempre en una crisis cuando se satura el mercado. Pero si ha habido durante años una adulteración del sistema monetario internacional, dublicando el stock monetario artificialmente, esas pequeñas crisis cada vez más grandes no se manifiestan o tardan en llegar, pero cuando llega es la acumulación de todas las anteriores que se han evitado mediante la inyección de masa monetaria por encima de su correspondencia real.
"Toda oferta conlleva su propia demanda", era una reglas básica en los primeros tratados de economía, en los de Smith y Ricardo. Es lógica pura. En realidad es como decir que la mercancía elaborada es semejante en valor a la mercancía comprada. Así parece que es y de esa tautología dice que quiere partir el sistema capitalista. Pero la realidad es muy distinta. Un empresario no sólo cobra por su trabajo al mando de la empresa. Puede perfectamente poner un gerente al frente de ella, un buen profesional, y quien tiene el dinero tiene a su disposición los mejores profesionales a elegir, y dedicarse a vivir o a viajar. Simplemente puede invertir. En realidad el plusvalor acumulado sustituye a la renta que el noble continuamente recibía de sus vasallos, pudiéndose dedicar así a las artes, la política o los viajes.
En el benficio empresarial no sólo aparece el trabajo del empresario, sino también aparece solapado el plusvalor que he mencionado. El gasto de publicidad no forma parte del beneficio empresarial sino de la propia confección de la mercancía, como si fuera por ejemplo gasto de transporte, de almacenamiento o logística. Y esto sería lógico; lo que no es lógico es que una pequeña parte de incremento en miles y miles de productos produzcan millones en unas pocas personas, como en los futbolistas, porque ese incremento es artificial. En ambos casos crea una descompensación entre el precio de confección de la mercancía y el precio de venta de la misma. Y de esta diferencia surge que tantos futbolistas aumenten desmesuradamente su ficha gracias a la publicidad como que tantos empresarios sean muy ricos, desmesuradamente ricos, gracias al plusvalor. Es sabido que un pequeño tanto por ciento de la población mundial es el propietario de más del 50 % de la riqueza total. Por sí solos y con sus solas manos no habrían sido capaces de atesorar tanta fortuna aunque su tiempo se multiplicara por cien.
En realidad, a mí personalmete no me importa que unas cuantas personas sean muy millonarias; ni les tengo envidia, ai quiera. Lo que me importa y preocupa es que esa riqueza está basada en adulterar artificialmente la ecuación entre el precio de elaboración de la mercancía y el precio de venta final. Y no es porque pueda suponer o ser una estafa, sino porque nos lleva directamente a un callejón sin salida, a una crisis cada vez mayor, a un reventón del sistema de consecuencias apocalípticas.
Me explico. Como he dicho, hay una descompensación entre el precio de elaboración de la mercancía y el precio de venta final debido al plusvalor. Es decir, el dinero que se ha obtenido en la elaboración del total de mercancías no será suficiente para comprarlas todas porque éstas aparecen con el incremento del plusvalor, entre otras factores. ¿Entonces, como se cierra el ciclo para seguir con una segunda tanda de producción y una tercera, etc...? Simplemente con el crédito, con la financiación. Es por eso que el crédito se dilata cada vez más en el tiempo y en la cantidad precisamente porque la totalidad del plusvalor sigue aumentando, ya que es valor que se revaloriza. Por eso es inevitable que se amplíen los plazos, surjan préstamos tóxicos, prestamos desaforados al consumo, etc... Antes los préstamos hipotecarios no pasaban de veinte años, ahora es muy normal que sean treinta. Los vencimientos de letras y pagarés solían tener plazo de tres meses, ahora es bastante normal que se pague incluso a seis. Esa es la huida hacia delante de este sistema irresponsable e injusto; y en medio de todo los banqueros, esos empresarios que obtienen el plusvalor de vender una mercancía muy especial, de vender dinero. El empresario industrial nos vende los productos que nosotros mismos producimos y el empresario banquero nos vende el dinero que nosotros mismos le dejamos para que nos lo guarde. El dinero funcionaba como una mercancía más sometido a la oferta y la demanda (funcionaba antes así pero ahora ya no está tan claro, visto lo visto, con la facilidad con que lo emiten) y dicen que la esencia de la ganacia está en función del riesgo que se corre,cuanto más riesgo más beneficio. Pero a la vista está que cuando un banco tiene dificultades el Estado ( es decir todos nosotros) va a socorrerlo, y si se va a pique el que más pierde no es el banquero sino el ahorrador que ha depositado el dinero ahí. Así que no sé yo quién corre más riesgos si el banquero o el ahorrador. La otra justificación del tipo de interés que se cobra es que el dinero que se presta tendría un beneficio natural en la industria si fuera utilizado. (otra vez la tautología del plusvalor. Como el dinero en la industria es capaz de generar plusvalor por encima de los gastos, incluido el pago del trabajo del propio empresario capitalista, debe también primarse en la industria del préstamo porque su dueño no puede disponer de él). Si esa fuera la razón, el ahorrador que deposita el dinero en el banco tendría que cobrar el mismo tipo de interés que el que cobra el banquero al prestar, salvo gastos de gestión. Pero el banquero apitalista no sólo cobra los gastos de gestión de la tarea de organizar y administrar el capital, (cobrando sólo su trabajo sería imposible que se hiciera millonario; ni aun viviendo un siglo y sin gastar nada, sería capaz de amasar semejantes fortunas) sino que se ve aumentado por un plusvalor, lo mismo que el industrial capitalista, con la diferencia que el dinero que presta ni siquiera es suyo.
Bueno, como decía, hay una gran paradoja: a ti que no te gusta el fúbol, puedes estar pagándolo mediante la publicidad parte de él cuando comes un yogurt. Puedes estar pagando parte de la ficha de Messi que, cuando se retire, si dispone bien su dinero y es comedido, puede dedicarse a las ciencias, las artes, el golf, sin pegar un palo al agua, como los antiguos nobles.
En realidad, la revolución francesa derrocó un orden injusto y piramidal para meternos en otro orden injusto y piramidal. Y es sobre todo injusto, no porque repita de otra manera aquel antiguo orden de privilegios de la nobleza, ahora encarnado en la burguesía, sino porque nos lleva a un callejón sin salida.
He comentado esa ecuación entre la oferta y la demanda, entre la mercancía que se hace y la que se compra, entre la producción y la venta, y debo terminar de explicar muy brevemente (porque todavía no estamos en materia) todos los componentes de esta ecuación. Hemos visto que el valor total de las mercancías que se venden es mayor que el valor total y real de las mercancías elaboradas (el plusvalor, sea proporcionado mediante parte de apropiación de mano de obra, como se generó al principio de la fase capitalista, tal y como señaló Marx, o como venta especulativa del producto, tal y como sucede hoy, es lo mismo. Las fuerzas que venden se enfrentan a las fuerzas que compran; los que tienen los medios de producción contra los que no los tienen). Por ello en esa ecuación tiene que aparecer un elemento más, otra incógnita, que iguale las partes. Ese elemento es la financiación, como ya he dicho, que dilata el consumo y la producción. Es la que iguala la ecuación para que el conjunto de mercancía producida se iguale en valor monetario al conjunto de mercancías que acaba comprada en el mercado. Ese plusvalor que aparece en la mercancía sólo se puede pagar mediante el crédito, ya que los sueldos totales de elaboración son inferiores al conjunto total del valor de la mercancía puesta en el mercado, precisamente por el plusvalor. El mecanismo capitalista es una huida hacia delante, como ya he dicho anteriormente y que recalco otra vez para hacer entender que el sistema financiero y la adulteración y duplicación del sistema monertario internacional son la clave para entender cómo hemos llegado a esta situación, a esta crisis que ya está empezando a dar miedo.
Quizá deba explicar el asunto más detenidamente y eso es lo que voy a hacer.


Marx
Fue Karl Marx el que describió con precisión los ciclos económicos. Se podían observar su devenir mediante los cambios que sufría el tipo de interés y el dinero a lo largo de los ciclos. Estableció todas las posibilidades del proceso económico, revisando las teorías de Smith, Ricardo y otros economistas que le precedieron y estableció las ideas principales del comportamiento de los precios, la oferta, la demanda y el tipo de interés, que es en circunstancias normales el precio del dinero. Su principal aportación económica fue poner de manifiesto lo que el llamó "Plusvalor", "valor que se revaloriza", como el componente más escondido y disimulado que llevan todas las mercancías en su composición final (materia prima, mano de obra obrera, mano de obra empresarial, desgastes de la máquina, amortizaciones, etc...más lo que él llamó plusvalor) como consecuencia de la apropiación del capitalista del valor de la mano de obra, que es de donde se saca el plusvalor, pagándola por debasjo de su valor real. Al ser poseedor de los medios de producción, de los medios de difusión y venta de las mercancías, está en disposición de manejar el precio de los productos, porque sólo el puede saber su valor real. Su libro "El Capital" es un libro claro para el que quiere ver, para el que quiera oír. Se ha ignorado deliberadamente. Se prohibió, se persiguió, y ahora que nada se teme su influencia, se arrincona en los estantes de economía. Habló de la concentración de poder económico en pocas manos, de los trucks o compañías que hoy llamamos multinacionales como destinadas a acaparar el poder económico como consecuencia de la concentración de capital y medios de producción. Habló de la caída de la tasa de ganancia, algo que no se ha entendido, parece, todavía porque han cambiado las estructuras económicas mundiales. Esta caída se entiende que ocurriera lógicamente bajo el sistema monetario que se practicó en el tiempo en el que le tocó vivir: el inflexible sistema monetario patrón-oro. Ha ocurrido todo lo contrario, precisamente por el nuevo sistema patrón-cambio-oro, que es en realidad el patrón-dólar; y es precisamente esto una de las claves para entender esta crisis actual y para que las advertencias marxianas no se hayan manifestado hasta ahora con toda su crueldad en la economía que nos ha precedido. Hay que decir también, para hacer honor a su profecía económica descrita en su libro "El Capital", que ya señaló que en algunas fases del ciclo capitalista sería muy difícil distinguir cuándo un alto beneficio es consecuencia de una determinado planteamiento económico y cuándo es de la especulación. Así mismo comentó que algunas empresas en el momento antes que precede a la manifestación inminente de la crisis global aparecerían comprando o absorbiendo otras empresas, haciendo pensar o creer en su fortaleza empresarial y económica, cuando en realidad solía ser una huída hacia delante para proveerse de liquidez. No nos es raro hoy día ese comentario.
La máxima enseñanza de Karl Marx en economía que nos legó es descubrir y hacernos entender la esencia del "plusvalor". De ese hecho insignificante nace toda la teoría de su libro El Capital porque sin entender aquél es imposible interpretar éste. Creo que más se puede decir. El Capital, libro arduo donde los haya, que necesita la extensión de seis volúmenes de libros de medida estándar, es la continua insistencia en hacer entender la naturaleza del "plusvalor". Entender lo injusto de esta apropiación de valor, de este robo a escondidas, es entender la injusticia del capitalismo y su loca huida hacia delante y del futuro que nos espera, porque lo que mal empieza acaba peor.
Creo que se ha podido entender la naturaleza escondida del plusvalor con esos ejemplos anteriores que he colocado, o con el ejemplo de la publicidad como elemento comparativo. En el Capital se razona minuciosamente sobre su naturaleza escondida en la mercancía y robada a la fuerza de trabajo, porque la fuerza de trabajo es el único factor en los medios de producción que es difícilmente mensurable, que no se puede medir con metro. Es cierto que obedece a los mismas fuerzas económicas de la oferta y la demanda como cualquier otra mercancía, pero es muy difícil saber cuánto vale la fuerza de trabajo de un obrero (no sólo su fuerza física, también su fuerza intelectual, su habilidad, su constancia, sus ocurrencias, etc..) y es muy fácil pagarla por debajo de su valor real, de manera que rompa la ecuación entre el valor del producto elaborado y el producto final vendido en el mercado.
No puedo relatar aquí la esencia del plusvalor. Quien quiera conocer su verdadera naturaleza tendría que leer el Capital. Explica por ejemplo cómo una empresa se puede ir a la quiebra; pero el beneficio empresarial por encima de su trabajo real, del trabajo real de los empresarios por su gestión burocrática y supervisora, no obedece al riesgo, sino al plusvalor. Porque su reflexión mide y estudia los hechos desde el beneficio medio, del beneficio de la suma del total de beneficios y pérdidas. De igual manera el beneficio abarca todos los campos y el capital se traslada de manera hidraúlica hacia la mayor rentabilidad, de manera que el beneficio se iguala. No habla de la habilidad de este empresario y de la torpeza del otro, sino que los iguala al beneficio medio que es siempre mayor que el trabajo elaborado. El Capital son muchas páginas y dice muchas cosas. Por ejemplo: De qué y cómo está compuesta una mercancía para saber su valor real y entender el plusvalor. O los ciclos económicos, en los que se puede observar la diferente oscilación del tipo de interés, que es el precio del dinero y que se comporta como una mercancía más. Mediante los tipos de interés se podía saber en que fase estaba la economía. Antes de la crisis final en el que desembocaba un ciclo, como consecuencia de una saturación de productos en el mercado, mayor que lo que el mercado podía absorver, se daban una sintonía de subidas o bajadas en el tipo de interés y en los precios de las mercancías. Antes de la crisis había como cuatro formatos standar del comportamiento de la economía, cuatro fases consecutivas antes de la crisis para pasar después a un nuevo ciclo, cada vez más violento a medida que se sucedían los ciclos. En la última. en la fase de crisis, los precios caían como consecuencia de la saturación de mercancías y los tipos de interés subían como consecuencia de la demanda para hacer frente a impagos y operaciones, hasta el punto que podía deborar el propio beneficio empresarial.
Bueno, es posible que los precios cayeran, aunque no estoy seguro. Hace tanto tiempo que lo leí que no estoy seguro. Pero importa muy poco y explico por qué digo esto. En teoría es posible que los precios caigan, primero porque no hay demanda, hay menos dinero para comprar mercancías por el aumento del paro y por la subida de interés (eso ocurría antes) o porque se ha cerrado el grifo del préstamo (eso ocurre ahora también), y encima hay una sobresaturación de mercancías. Luego es posible que caigan. Pero en realidad es más complejo porque interviene el mercado internacional y en el tiempo que escribió Marx El Capital no habia sucedido la reunión en Bretton Woods (1944) ni se sabía lo que era la curva de Phillis. (Tampoco le hacía falta porque curiosamente esta crisis que estamos viviendo se parece en mucho a las descripciones que él hizo del desarrollo de las crisis, y que eran siempre de sobreproducción y cuello de botella del capital financiero o falta de liquidez)
Como digo, antes de esta crisis actual, que es diferente porque es a escala mundial, cuando un país entraba en esa fase, solía acontecer que los tipos de interés estaban muy altos y los precios también. Es razonable por dos motivos. Uno interno y otro externo. (Esto ocurría a raíz de Bretton Woods, cuando el dólar era la moneda única sobre la que se estructuraba la economía; el dólar era convertible en oro, pero la paridad entre ellos dos estaba confeccionada de manera artificial. Ahora ha cambiado bastante con la aparición del Euro en escena) Es evidente que entre el tipo de interés de la moneda en un país concreto y el tipo de cambio internacional con los demás países comerciales hay una relación encadenada, una relación directa. Cuando la inflación subía mucho en un país, éste se veía obligado a subir los tipos de interés para enfriar la economía. Establece de esta manera en teoría que haya menos dinero monetario en circulación y caiga o se mantengan de esta manera los precios al descender la demanda por el menor poder adquisitivo. (ésta es la teoría que nunca sucedía porque entran los procesos especulativos, el mercado negro de dinero, el endeudarse a largo plazo en el mercado de futuros en moneda que va a ser devaluada , o que el importador de ese país se apresure a pagar antes que la moneda se devalúe y el exportador de ese mismo país reciba el dinero a último plazo, etc...El país afectado sostenía un pulso contra la especulación y casi siempre salía perdiendo al no poder mantenerse en los márgenes que establecía los acuerdos de Bretton Woods sobre la fluctuación y acababa devaluando. Son asuntos en los que no me voy a extender). Esto sucedía dentro del país. Fuera, en los mercados internacionales sucedía lo mismo pero se ve de otra forma. Se da el caso que un alto precio de los productos activa la importación y frena la exportación, evidentemente. Esto hace que haya un gran déficit comercial en ese país, es decir, es deudor de otros países y su moneda no puede llegar a pagar todas esas deudas si se requiere su conversión real con relación al oro, y el sistema monetario internacional era eso lo que decía. Se dice entonces que esa moneda esta sobrevalorada o lo que es lo mismo que había demasiada moneda circulando en el mercado internacional y se veía obligada a establecer su valor real. Sucedía precisamente esto por la duplicación del sistema monetario internacional, que estaba adulterado, y permitía subrepticiamente respaldar la economía en dos sitios a la vez, algo descabellado y que contradecía al propio sistema (véase el texto que añado al final, que escribí en mi primer libro que publiqué y que no fue otra cosa que volver a recrear las advertencias que Jaques Rueff recalcó a finales de los sesenta sobre el peligro de mantener este fraudulento sistema monetario internacional. No se le hizo caso y ahora estamos así)
No me voy a extender más sobre este tema. Sólo quiero decir que con la aparición del euro se estableció una estabilidad en la zona Euro, como se pretendía, pero se ha desencadenado una verdadera y peligrosa desestabilización mundial. No se debe a que haya hecho escena en el mercado internacional el euro, aunque tal vez lo haya acelerado. Se debe en realidad a la duplicación del sistema monetario internacional, que mencionó Jacques Rueff, a la adulteración, al fraude de semejante sistema en el que siempre salían perdiendo los países más pobres, y a la larga todo el mundo, como ya ha sucedido.
Pero en realidad, a fin de cuentas todo nos lleva al plusvalor, valor que se revaloriza, nos retrotrae a Karl Marx que nos advirtió del peligro del capitalismo, de la desigual repartición del trabajo y la riqueza, del peligro de querer hacer rico al pobre a cuenta de hacer riquísimo al rico. El 5% de 100 pesetas no es lo mismo que el 5% de 1 millón de pesetas, ni en términos absolutos ni en términos relativos.
"De cada cual según su posibilidad y a cada quien según su necesidad". ¡Qué mundo habríamos tenido si hubiéramos seguido su consejo y que mundo tenmos por no haberlo hecho!




En todo caso, hay dos partes diferenciadas en la doctrina de Marx: una es su filosofía y otra su apartado económico, que fue secundario y se forjó al amparo de la filosofía y por la filosofía, para hacerla entendible.
La primera la dejaremos a un lado. Éste no es el apartado de filosofía, aunque debo decir que para poner en aplicación activa las difíciles abstracciones de la filosofía de Hegel, hace falta una capacidad intelectual enorme. Primero, para entender correctamente al máximo exponente de la filosofía idealista; después para concebirla de otra manera y aplicarla a algo concreto.
Podemos entender que "El Capital" es un tratado de economía en toda regla que debemos tomar como referencia si queremos entender la crisis actual. Hay que pensar que el avance en la teoría económica se apoya en la antigua teoría y sale de ella. Marx creyó entender que la teoría económica clásica era un fraude. Si algo hemos interpretado mal antes y edificado irresponsablemente sobre ello tendremos que revisar nuevamente la cimentación, si no queremos un desastre.
Para mí, al menos, el plusvalor tiene plena vigencia, valor que se revaloriza. El crack del 29 está escrito ya en El Capital como algo que no podía dejar de pasar. Lo único que no se especificó fue la fecha exacta, pero advirtió lo irremediable. Más aún. Mucho antes pudo ocurrir. En realidad lo que creo que sucedió es que el rígido sistema monetario internacional patrón-oro se relajó un poquito y pudo ser algo más flexible mediante un autoengaño consentido. Esto alejó en el tiempo la crisis pero desgraciadamente reforzó su violencia, como un tornado que tarda en manifestar su virulencia. Lo pienso así porque Jacques Rueff, que más adelante será protagonista en uno de los apartados, fue testigo en primera persona de la duplicación de capitales, de la función activa de los mismos capitales en dos sitios a la vez; esto tensionó primero sobre manera la sobreproducción en general y más tarde, ante el más mínimo problema de crédito, causó la falta de credibilidad y la rotura final del sistema financiero.

Keynes.
John Maynard Keynes ha sido el principal inspirador del orden económico mundial, surgido a partir de la segunda guerra mundial y hasta nuestros días, en los que parece que ya no quede inspiración posible. En algún lugar leí decir a Lord Keynes que Marx no había añadido nada relevante o nada nuevo a la teoría económica. No compartí en absoluto esa opinión e incluso ponderé que realmente había sido precisamente al revés. Leí hace algunos años El Capital en 6 volúmenes de una edición creo que argentina. Algún tiempo después leí la única obra de Keynes que conozco en un volumen normal: Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. Desde luego no es por la diferencia en la cantidad de palabras de ambas obras por lo que tomé ese criterio de considerar El Capital mejor libro.
Del Capital ya he mencionado las cuatro o cinco cosas importantes que aprendí:
la esencia íntima de la composición de la mercancía capitalista facturada o elaborada en la que se encuentra inherente el plusvalor, que en principio surge por la apropiación de una parte extra de la fuerza de trabajo por parte del capitalista. Éste es dueño de esa fuerza en el momento que se intercambia por un salario, en el momento que el obrero vende su fuerza de trabajo por dinero o, lo que es lo mismo, mercancías, ya que el dinero es el denominador común de cualquier mercancía , incluida la fuerza de trabajo. El capitalista es el poseedor de la materia prima, las máquinas y la fuerza de trabajo. Explicar cómo surge el plusvalor o cómo se apropia el capitalista de él, sería volver a relatar otra vez El Capital. Y eso quien mejor lo hace es el propio Marx.
Lo que haré es describir mi propia versión actual de la producción del plusvalor. Ahora mismo, tanto da que el capitalista se apropie de parte de la fuerza de trabajo como que el producto salga con un precio superior a su coste real. Es decir el plusvalor no se obtiene en este caso por la compra de la fuerza de trabajo sino en la venta de la mercancía

 

presentación exposición permanente investigación artística encargos contacto revistaweb